Capítulo 10: Ojos de chocolate, labios de café.

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Dedicado a @Macgirl5 porque su chocolate llegó hasta aquí, aún sin querer.


Los gritos resonaban por todos los pasillos de Ecomoda.

La voz de Marcela Valencia inundaba los rincones de cada oficina de la empresa, incluso, la de Betty. A pesar de pasar toda la noche con ella, la prometida de Armando sentía que no era suficiente. Jamás lo era.

A estas alturas, la accionista estaba convencida de que su novio tenía una amante. Una adquisición nueva para sumar a la colección de mujeres que le había tocado espantar y a las cuales, según ella, había vencido.

Para los empleados que, en ese momento, estaban escuchando el chisme de primera mano, era claro que su jefe estaba actuando un poco extraño. Por un lado, las peleas constantes no eran más que un claro indicador de que Armando Mendoza, estaba detrás de alguna conquista. Sin embargo, algo no cuadraba en la ecuación, y era que no lo habían visto entrar o salir de la empresa, con ninguna mujer que no fuera Beatriz Pinzón Solano, su asistente.

Pero a quién le resultaba mucho más notorio esto, era a Aura María. Su punto estratégico en la recepción, la hacía conocedora de los más mínimos e íntimos movimientos del presidente de Ecomoda.

-¡SÉ QUE MARIO ESTÁ MINTIENDO!- gritó la accionista sin ningún escrúpulo. El volumen llegó al punto más álgido y, sin dudas, provenía de presidencia.

-No tiene ningún sentido lo que dices, Marce- Armando sonaba agobiado, pero trataba de mantenerse sereno para terminar con la discusión de una vez por todas.

-Ni siquiera pudo decirme donde lo atendió el médico ayer, ¿acaso te parece divertido burlarte de mí?- preguntó de forma directa. Estaba harta de la complicidad que había entre los dos hombres, tenían una capacidad increíble para inventar excusas absurdas, como emergencias médicas, carros averiados o cócteles de trabajo.

-No me estoy burlando de ti Marcela, Mario se puso nervioso, ¿cómo pretendes que te responda con tranquilidad si lo atacas de esa manera?- le respondió Armando tratando de hacerla reflexionar. En momentos como éste, él dudaba si su prometida era realmente consciente de la forma en la que se dirigía a los demás, o si los gritos comenzaban a ser algo normal en su modo de comunicarse. 

Marcela increpó a Mario antes de subir al elevador. La furia con la que lo enfrentó, hizo que no saliera ni una sola palabra por la boca del supuesto enfermo. Calderón tenía respuestas rápidas para todo, pero era la primera vez en la que Marcela lo atacaba directamente.

-¿Y cómo pretendes tú que no me moleste, si cada vez que quiero hacer algo contigo te desapareces?- le reprochó ella. Los momentos que pasaban juntos eran cada vez más escasos y todos tenían la misma dinámica: discusiones por cosas ridículas y una buena sesión de pasión en la cama. Pero, lo cierto, es que Marcela nunca estaba dispuesta a dialogar. En el fondo sabía que, si daban paso a las palabras donde ambos pudieran expresar su punto de vista, la relación llegaría a su fin.

-Es lo que puedes esperar si continúas comportándote así- le advirtió. En algunas ocasiones, cuando el enojo era demasiado, Armando no lograba ocultar que la relación, para él, estaba a punto de acabar. Le dejaba entrever que no estaba conforme con el noviazgo que llevaban o que, directamente, no había un futuro para ellos dos juntos.

-Armando no digas eso, yo necesito pasar tiempo contigo- confesó ella. Para Marcela, sus palabras eran una alarma encendida, haciendo que toda la furia y los celos se corrieran de lugar. Por el miedo a perderlo, ella trataba de dulcificar su voz siempre que discutían, para evitar que él tomara una decisión drástica y definitiva.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora