Capítulo 12: Eros y tánatos (la vida y la muerte)

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Despejó su cuello como brisa que refresca los campos por la mañana. El color de su cabello rizado, contrastaba con su piel tan suave y tersa.

Una textura deliciosa, que jamás habían sentido las yemas de sus dedos, bailaba una danza erótica entre sus manos deseosas de libertad.

Recorrió el borde de su camisa, dorando, con su tacto, aquellos lunares que se asomaban como constelaciones a media noche, totalmente íntimas, totalmente privadas, totalmente suyas,pues sólo él podía contemplarlas.

Bajó con su mano por aquella piel desnuda, como un ave taciturna a punto de emprender vuelo.

Llegó al primer botón y lo liberó despacio, luego desabotonó otro y otro más, mientras el pecho de ella se abría ante sus ojos, como una frontera indómita, esperando a ser descubierta por aquellas manos expertas, cual joyero palpando oro puro en las montañas.


-Mmmmm..., Beatriz, qué cosa tan deliciosa esconde allí- habló mientras su dedo travieso, se deslizaba curioso sobre el encaje de aquella prenda tan íntima que se mostraba suave, dulce y, a la vez, apasionada.

-Doctor, ¿qué está haciendo?- dijo la muchacha con la voz entrecortada por las sensaciones tan maravillosas que le provocaba aquel contacto.

-Dorando su piel, Beatriz, disfrutando el misterio de sus lunares- contestó él, al paso que desprendía otro de los botones con suavidad, quedando el brasier a la vista -¿Quiere que me detenga?- preguntó.

-No, doctor.- respondió la muchacha, mientras deslizaba una de las mangas de la camisa que llevaba puesta, dejando el hombro al descubierto.

-Beatriz, por Dios- susurró excitado pegando los labios al borde de su oído.- No voy a poder resistir- Confesó, mientras le depositaba un beso húmedo, en la parte recién descubierta de piel.

-Esto está mal- suspiró ella y él se acercó para rozarla.

-Lo sé, pero es que no puedo- continuó, al tiempo que la envolvía suavemente en sus brazos tratando de impregnarse el aroma de ella por todo su cuerpo.

-¡Debemos parar, ahora!- gritó la muchacha, mientras lo alejaba de un empujón.

-¿Pero qué le pasa, Beatriz?- le devolvió indignado.

-¡A ver si para con esto!- volvió a agredir ella, añadiendo otro empujón.

-¡Oiga!, ¡no se pase!Usted lo estaba disfrutando también- dijo confundido. Ella se levantó del asiento y se dirigió a la puerta.

-BEATRIZ, BEATRIZ, VENGA ACÁ INMEDIATAMENTE Y ME EXPLICA QUÉ ESTÁ PASANDO.... ¿BEATRIZ?, ¡BEATRIZ!... ¡AAAAAAYYYY!

Un ocurrente golpe sonó en el suelo de la habitación que compartía con su actual prometida. Abrió los ojos y pudo ver a aquella mujer encima de la cama vociferando algo que no alcanzaba a distinguir, pero la veía molesta. Se incorporó como pudo y una punzada muy fuerte, resonó al costado de su cabeza.

-¡ARMANDO MENDOZA!, LLEVO TREINTA SEGUNDOS EMPUJÁNDOTE PARA QUE DESPIERTES Y ME EXPLIQUES QUIÉN ES ESA TAL BEATRIZ.- habló en voz alta Marcela, totalmente indignada.

-¿Qué? - preguntó él cómo pudo, tratando de recostarse otra vez en la cama.

-NI SUEÑES QUE TE VAS A SALIR CON LA TUYA, TE AGARRÉ CON LAS PRUEBAS EN LA MANO. ¿PIENSAS QUE SOY UNA IMBÉCIL, UNA COLEGIALA?

-¿De qué estás hablando, Marcela?, por Dios, se me parte la cabeza- dijo al tocarse con la mano en el lugar donde, evidentemente, supuso que tendría un moretón.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora