Capítulo 17: La propuesta.

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Armando se había tenido que retirar de la junta, de nuevo sus emociones le jugaron una mala pasada. Aunque intentó contenerse lo más que pudo, demostrar que estaba al control total de sus impulsos, no pudo hacerlo. Que hablaran mal de Beatriz, de su Betty, lo descontrolaba inmediatamente.

Nadie lo entendía, pero cuando se trataba de asuntos injustos, y más los que tenían que ver con ella, hacían rebasar sus diques y las emociones sólo fluían cuesta abajo en desbarranco.

¿Era realmente culpable por tener un sentido de la justicia que no le cabía en el cuerpo y que salía a borbotones como lava incandescente desde el centro de su alma?

Claro, seguramente comportamientos tan poco empáticos como el de Daniel, eran socialmente mejor aceptados porque el tipo lograba mantenerse frío como un témpano de hielo. Y eso, para él común denominador, resultaba en ser una persona al control de sus emociones. Muy distinto, por supuesto, a las reacciones de él. Pero ¿quién era verdaderamente humano?

Estos pensamientos envolvían la mente de Armando, atrapándolo como una pequeña mosca, en la telaraña más grande y temida de toda la humanidad: el rechazo.

Dio algunas vueltas por la oficina, deseaba ingresar para continuar con sus funciones de presidente, pero el golpe en su mejilla le recordó que, aquella acción, podría ser como beberse el peor de los venenos. Y, como siempre, sólo él resultaría herido al final.

Para liberar un poco de presión, aflojó su corbata y siguió dando unos pasos por la oficina. Después, se dirigió al sillón y trató de dejar caer su cuerpo en el asiento.

¿Qué estaría pasando tras esa puerta? ¿Estarían molestando de nuevo a Beatriz?, se preguntaba mientras masajeaba sus manos nervioso.

Se sintió un poco molesto, y dobló las mangas de su prenda hacia arriba, hasta llegar al codo. Eso pareció ayudarle un poco pero, al instante, aquel movimiento le recordó el tema de la camisa de su asistente. ¿Por qué rayos Beatriz había desprendido así su ropa? ¿Qué era lo que quería conseguir?

Las preguntas incansables tomaron su mente de nuevo, y los nervios, volvieron a cubrir su cuerpo como enredaderas lacerantes. Sintió tanta presión, que culminó por desprender la mitad de los botones de su camisa. Luego, se levantó del sillón y se dirigió al escritorio.

Comenzó a pasar sus manos por el cuello tratando de calmarse, la espera se volvía insoportable. En ese momento sintió las puertas abrirse.


*********

Beatriz entró a presidencia, y no pudo evitar sentir que su cuerpo comenzaba a hervir por dentro. El verlo con los botones a medio prender, no solo le despertó sus más primitivos instintos, si no también, le recordó el incidente con su propia camisa. ¿Hasta dónde habría visto su jefe?. Su rostro volvió a tornarse de un color rojo, al imaginar los ojos de Armando posados en el inicio de su escote.

-La junta terminó- se atrevió a decir, al ver que Armando no salía de su trance. Parecía estar más calmado, aunque la discusión había sido demasiado violenta.

-Está bien- respondió como pudo, todavía seguía inmerso en esa catarata de preguntas sin responder.

-Su papá llevó adelante la votación, ambas propuestas resultaron positivas- pensó que, con esa noticia, su humor cambiaría. En cambio, lo vio levantarse del escritorio para caminar hacia la puerta con ambas manos en la cabeza, como si tratara de acallar los gritos que aún retumbaban en sus oídos- Doctor, ¿qué puedo hacer para ayudarlo?

-Explíqueme, Beatriz - dijo seriamente mientras se giraba para verla a los ojos- ¿Qué rayos hacía con la camisa desprendida?

-Yo... fue... es qué- Betty creía que había perdido la capacidad para hablar. Nunca imaginó que su mal humor podía provenir de ese penoso e insignificante detalle- Fue un descuido doctor, fui al baño a refrescarme y cuándo lo escuché llamarme, salí tan rápido que se me pasó por alto que llevaba varios botones desprendidos.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora