Capítulo 26: Lejos de la ciudad

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Faltaban dos horas para que sonara la alarma y Betty ya había despertado. Sólo había podido dormir un par de horas, no lograba dejar de pensar en aquellas tarjetas, eran muy diferentes a las primeras que había recibido, esas que le sacaban una sonrisa por el formato infantil y hasta inocente que tenían. Sin embargo las últimas eran diferentes, todo lo que había vivido con Armando podía resumirse en aquellas palabras.

Él le había jurado que Mario no estaba enterado de nada, que no tenía idea lo cercanos que eran, que su amistad era parte de su privacidad, pero había algo que no tenía sentido. Las palabras que estaban allí escritas, eran una sentencia de amor, y sí, Armando le había confirmado que la quería, pero como amiga, o ¿acaso podía esperar algo más?

Estaba a punto de perder la cordura cuando tuvo una idea. Necesitaba saber qué era lo que estaba ocurriendo, así que se preparó lo más rápido que pudo y, poniendo la excusa de una reunión a primera hora, en una nota que dejó sobre la mesa, partió hacia la Ecomoda.

El silencio reinaba en los pasillos de la empresa, ni siquiera Wilson había llegado, la única persona presente era el personal de seguridad nocturno.

Después de asegurarse que realmente se encontraba sola, se dirigió a la oficina de Mario. Miró rápidamente los documentos y carpetas que reposaban sobre el escritorio, pero no encontró nada.

-Debo pensar con calma- se dijo en voz baja, mientras revisaba algunos cajones al azar. Cuando llegó al último pudo notar que, en el fondo, había una caja de color rojo, la sacó con cuidado para abrirla sobre el escritorio.

Era lo que buscaba, todos los detalles que Mario había preparado para ella: había golosinas y algunas tarjetas similares a las demás.

Era lo que buscaba, todos los detalles que Mario había preparado para ella: había golosinas y algunas tarjetas similares a las demás

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-Esto no puede ser- dijo confusa

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-Esto no puede ser- dijo confusa. 

Al revisar las fechas, pudo notar que no sólo estaban las correspondientes a los próximos días, sino también, las de hace varios días atrás que parecían no haber sido entregadas. Justo desde el mismo día que recibió el primer poema de Mario Benedetti.

Confundida, guardó cada tarjeta y devolvió la caja a su sitio. ¿Acaso Armando estaba jugando con ella? tenía que hacer algo más, no podía simplemente olvidarse o hacer de cuenta que nada pasaba.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora