Capítulo 18: Sueños de libertad

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Betty estaba absorta con lo que había escuchado. Después de tantas discusiones y peleas, todavía su jefe pensaba en reconstruir una relación que, a leguas, se veía totalmente perdida.

Sentía culpa por haberse acercado tanto a él en esos días, y pretender en su tonta cabeza, que podía arrebatarle el cariño a la mujer que seguía siendo la primera en la vida de Armando. A pesar de los celos, de los gritos, de los engaños y las persecuciones. ¿Cómo podría ser esto posible? ¿En qué posición quedaba ella después de haber escuchado aquello?

Los interrogantes daban vueltas por su mente, al ritmo de una montaña rusa, y la alegría que sintió por haber aceptado la propuesta de pasar juntos el fin de semana, había desaparecido. Betty sabía que las cosas no estaban bien con su prometida, y la dejaba más tranquila el hecho de que estuviesen distanciados. Pero ya la cuestión había cambiado. La pequeña tregua de su jefe con Marcela, la colocaba en una situación poco decorosa. Iba a estar a solas, compartiendo la intimidad de un hombre, que pretendía recomponer su relación con una mujer que no era ella. O, al menos, darse el beneficio de la duda.

Un nudo le oprimió la garganta de sólo pensar que sería utilizada como paño de lágrimas, que desplegaría todos sus recursos para calmarlo y hacerlo sentir mejor para que el lunes, apenas salieran los primeros rayos del sol, su jefe corriera a los brazos de la mujer que más lo hería y que estaba claro que no amaba.

Pensó en lo desgraciada que era por ser tan diferente, ella jamás aceptaría una relación así, con tanta desconfianza y discusiones. Podía ser todo lo que Armando necesitaba, pero nunca se daría cuenta que la mujer precisa, se encontraba a escasos pasos de su escritorio.

Seguramente, Aura María tenía razón en algo. Las mujeres sabían utilizar muy bien las armas de la seducción y la coquetería para atraer a un hombre. Pero ella no conocía ese código, simplemente, no podía hacerlo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta del hueco, que se abría para dejar paso a un Armando de semblante cansado, como cada vez que regresaba de discutir con Marcela.

Silenciosamente, tomó la decisión de no compartir con él ese fin de semana, algo inventaría como excusa. Sin embargo, se encontraba congelada, con los músculos entumecidos, los cuales resultaban incapaces de responder por todo lo vivido aquel día.

Armando, se acercó despacio hasta su escritorio y notó que, el florero de siempre, estaba vacío. No había rosa roja, ni clavel blanco, tampoco colores ni magia.

-Beatriz...- susurró despacio, pero no recibió respuesta- Betty...- reiteró en un hilo.

Ella sintió la calidez de su voz y no pudo contenerse, sus sentimientos simplemente volvieron a estallar. Comenzó a llorar suavecito, tratando de contener el miedo y la impotencia por el error que estaba a punto de cometer su jefe al darle una oportunidad a Marcela. Estaba convencida de que, su actual prometida, no era la mujer para él. Sin embargo, comprendía, lo mejor que podía pasarle a Armando, era que Marcela cambiara de actitud al igual que él, que juntos, pudieran seguir adelante para mantener la sociedad de Ecomoda, las expectativas de Roberto y Margarita, y sobre todo, la aceptación social en los círculos de la alta alcurnia. Y contra eso... contra eso ella nada podía hacer.

Un gemido lastimero, se escapó de su boca, y a éste, le siguió otro y otro más hasta que rompió en llanto. Se puso de pie intentando salir para refrescarse en el baño, pero sus pies simplemente no respondían, estaban anclados al suelo de ese hueco oscuro y sin importancia. Porque nada de lo que ella pudiera hacer, sería prioridad para su jefe. Con aquella simple promesa, había quedado demostrado, que él sólo elegía lo que al final terminaba lastimándolo.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora