Capítulo 27: El bermellón de sus labios

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El calor de Cartagena la golpeó al bajar del avión. El viento era húmedo y caliente, la ropa que llevaba puesta no era acorde para ese clima, y aunque no había visto lo que su mamá guardó en la maleta, estaba segura que nada de lo que había allí le serviría. Jamás había salido de Bogotá, no tenía ninguna prenda de tierra caliente, de algún modo tendría que ingeniárselas para soportar las altas temperaturas.

Armando guió a Betty por el aeropuerto hasta que salieron de él, en búsqueda de un carro. Él había estado allí en varias oportunidades, se encontraba ansioso por mostrarle la ciudad a Betty, por llevarla a la playa y pasar tiempo junto a ella.

-¿Siente mucho calor, Betty?- Armando notó cómo trataba de apartar su cabello para recibir un poco de brisa fresca.

-Lo que pasa es que no estoy vestida para este clima.- se quitó el abrigo que aún llevaba puesto, sin atreverse a desprender los primeros botones de su camisa, Armando deseaba que lo hiciera.

-Discúlpeme Betty, no tuve en cuenta ese detalle.- eran tantas las prisas, y aunque había podido encargarse de planificar un viaje en tiempo récord, pasó por alto tener esa cortesía con ella- Tal vez debí avisarle a su mamá que veníamos a tierra caliente, no sé qué habrá puesto en su maleta.

-No se preocupe doctor, además, en mi armario no hay nada adecuado- respondió un poco apenada.

-Entonces lo mejor será ir de compras- era la manera más rápida de resolver esa situación.

-No doctor, no se preocupe, no quiero que se ponga en gastos- salir de compras no solía ser un plan muy atractivo para ella. Además, con las prisas, no pudo disponer de dinero propio para gastar, y menos, en un guardarropas nuevo.

-Betty, hasta puede sentarle mal, necesita ropa más ligera y un traje de baño- no pudo sostenerle la mirada, deseaba conocerla, ver más allá de esos hermosos lunares.

-Pero...- protestó ella.

-Ya le dije Betty, sin peros.- entraron a la oficina del sitio donde rentaban carros. Armando eligió un descapotable, era el modelo ideal para apreciar la ciudad.


Betty estaba maravillada y Armando conducía tranquilo. Podía apreciar el paisaje que se abría a su paso. El mar imponente se dejó ver, por primera vez, y ella volteó el rostro, quedando hipnóticamente atraída hacia él, mientras el sol reflejaba regalándole pequeños destellos de luz.

Armando la observaba extasiado y no pudo resistirse ante tanta felicidad. Estacionó el carro a la vera del camino y salió, rápidamente, para abrir la puerta de Betty e invitarla a bajar. Ella no dijo nada, pero entendió lo que pretendía. Caminaron unos cuantos metros por la arena hasta estar casi tocando el agua.

 Caminaron unos cuantos metros por la arena hasta estar casi tocando el agua

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-¿Le gusta Betty?- ella se mantenía en silencio, observando la majestuosidad del paisaje, nunca había visto nada parecido.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora