Capítulo 21:La revelación

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Los ojos le pesaban, tenía la boca seca. Se giró en la cama hasta que al fin pudo levantar sus párpados, hacía tiempo no dormía tan profundo.

El sol estaba en lo alto de los cerros, miró el reloj en la mesita de luz, eran casi las diez de la mañana. Se sintió feliz, hacía dos noches que su insomnio no le consumía las horas de descanso.

Se sentó en la cama y se restregó los ojos, al tiempo que los recuerdos de la noche anterior, volvieron a aparecer. Aún sentía entre sus brazos, la silueta de Betty y la sensación de sus pechos sobre el suyo. El roce de aquella pequeña cadera que se acompasaba en su pelvis, con un ritmo tan lento y sensual, que lo había desencajado por completo. No obstante, fueron las palabras de aquella muchacha sobre su oído, las que habían desencadenado el fuego que rodó por su cuerpo haciéndolo estallar. Ese aliento tibio llegando a su oreja, transportando los vocablos "devorarle" y "boca" en el mismo enunciado, desataron una reacción cuesta abajo que no pudo controlar.

Miles eran los interrogantes que lo azotaron sin piedad al abrir los ojos. ¿Por qué rayos le había besado el cuello sin siquiera pensarlo? ¿Por qué no sintió deseos de irse con la morocha, cuándo bien pudo hacerlo? Pero lo que más le resultaba extraño era que Betty, a diferencia de las otras mujeres, no tuvo siquiera que coquetearle o seducirlo con alguna caricia o parte de su cuerpo, para haberlo excitado como lo hizo. Sí, porque eso era lo que había sucedido y él no podía descartar el hecho, pues resultaba algo totalmente tangible. Con aquellos recuerdos en mente, comenzó a sentirse nervioso de nuevo y la temperatura subió a pasos agigantados. Así que, decidió levantarse lo más rápido que pudo para tomar cartas en el asunto. Caminó hacia el baño, abrió el grifo del agua fría y se dió una ducha rápida.

Mientras el líquido caía por su cuerpo, logró volver a la calma. Se vistió con rapidez preparándose para enfrentar el día. Tenía algo en mente para el desayuno y debía darse prisa si quería llevarlo a cabo.

Salió de su habitación, a paso firme, dirigiéndose a la sala sin encontrar a Betty. Revisó su estudio, con el mismo objetivo, pero todo estaba vacío, ni siquiera Blacky salió a su encuentro. Sintió un poco de alivio, aún no sabía cómo enfrentarse a Betty después de haber tenido aquel accidente. Lentamente, deshizo sus pasos hasta el corredor que daba a las habitaciones y observó que, la puerta del cuarto de Betty, estaba abierta de par en par. Tratando de no hacer ningún ruido, se asomó para comprobar que todo estuviera bien. Su amiga y compañera de baile, había tomado unos tragos de más la noche anterior y podría requerir que la asistiera con algo.

No obstante, ella dormía y estaba casi en la misma posición en la que la había dejado hacía apenas unas horas. La única diferencia, era que Blacky dormía a su lado. Se había acomodado cerca del cuerpo de su nueva amiga, mientras que Betty lo mantenía abrazado, como una niña aferrada a su peluche más de mayor valor en la vida.

Armando sonrió con un gesto de resignación. Su perro y mejor amigo, lo había traicionado ya que no le tenía permitido subir a la cama, al menos no a la de él. Marcela odiaba descubrir rastros de su mascota dentro de la habitación, era un placer culposo que se permitía cuando ella estaba de viaje.

-Te cambiaron, Armando, y tu perro también se robó a tu novia. ¡Vaya destino el mío!- susurró muy suavemente, pues no quería despertarlos.

Finalmente, se dirigió a la cocina y abrió la nevera evaluando la mejor opción para el desayuno que tenía pensado. Cortó algo de fruta, las reservó en un pequeño contenedor hermético y continúo con el armado de unos emparedados de queso. Cuando ya estuvo listo, llenó de café humeante un recipiente térmico para que no perdiera el calor. Echó un vistazo a su alrededor, y observó que tenía todo organizado para lo que pretendía hacer aquella mañana. Sólo faltaba que la invitada, y su peludo compañero de noche, despertaran al fin.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora