Capítulo 19: Confesiones

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Entraron al apartamento y mientras Betty era recibida por Blacky, Armando se dirigió al mueble de la sala, en donde tenía sus discos favoritos. Apenas lo vio, supo que era perfecto para ése momento, Duke Ellington lograba mejorlarle el humor aunque hubiera tenido un día terrible, sabía que causaría el mismo efecto en Betty.

La música comenzó a sonar, impregnando el ambiente de las más hermosas notas musicales.

-Póngase cómoda Betty, descanse un momento mientras preparo la cena- propuso, entre tanto que se quitaba el saco y la corbata de su traje.

-Yo puedo ayudarlo- aunque no sabía mucho sobre cocina, ella podía ser una excelente ayudante. Ya sea para cortar algún ingrediente o pasarle algo de la nevera.

-Otro día, tal vez, hoy quiero que se siente aquí.- dijo mientras la tomaba de los hombros y la dirigía al sofá- Quiero que se ponga cómoda y descanse, ha sido un día demasiado difícil, ¿quiere algo para tomar?

-No doctor, gracias- Betty estaba sorprendida por la actitud de Armando, por la capacidad que había desarrollado para ofrecerle justo lo que necesitaba en cada momento.

-No me tardo- Armando se perdió en la cocina, ya había resuelto la receta que iba a preparar durante el viaje en el carro, solo esperaba contar con los ingredientes para hacerlo.

Desde la sala, Betty escuchaba todos los ruidos que él hacía en la cocina, estaba segura que no tenía idea donde estaban algunos utensilios, o que, como la mayoría de los hombres, necesitaba hacer un despliegue completo de toda la cocina para cocer solamente dos huevos duros.

Desde el piso, Blacky miraba a Betty con cara de súplica, no entendía muy bien lo que el perro intentaba decirle hasta que Armando apareció a sus espaldas.

-Quiere que le permita subir al sofá- dijo sobresaltándola un poco. Betty sonrió al verlo vestido con un delantal de cocina en que lucía un bello estampado de flores - No se ría Betty, es de Rosita, no quiero manchar mi camisa, si no me pongo esto seré un completo desastre en cinco minutos.

-No me río, doctor- aseguró ella, tratando de esconder su sonrisa. Luego miró a Blacky que continuaba suplicante-¿Puede subir?

-Claro- Armando se sentó en el otro extremo del amplio sillón, dejando un espacio entre él y Betty-¡Sube amigo!- indicó, mientras palmeaba el lugar vacío para que Blacky subiera de un solo salto. Después de hacer un par de movimientos, se acomodó entre ellos, con la cabeza hacia Betty, quien no dudó en retomar las caricias hacia su nuevo amigo.

-Es muy obediente- el papá de Betty siempre ponía excusas para que ella no tuviera un perro, una de ellas era que ese tipo de mascotas eran demasiado dañinas para la casa.

-Solo es cuestión de educarlos bien- Armando había tomado todos los recaudos para que el perro pudiera vivir en un apartamento tan pequeño- Betty, yo venía a preguntarle si hay algo que no le guste comer, además de las anchoas- dijo sonriendo.

-No doctor, solo las anchoas están en la lista de alimentos prohibidos- o al menos de las que recordara que había probado alguna vez.

-Perfecto- se levantó rápidamente y regresó a la cocina.

La música, Blacky y lo que Armando hacía por ella, comenzaron a disipar los rastros de angustia que le habían quedado luego del encuentro con esos idiotas. Aunque se sentía como un pez fuera del agua, como una invasora por estar allí, el ambiente la invitaba a relajarse, a creer, por un momento, que su presencia en aquel espacio, era algo natural.

-¡Betty!- escuchó a Armando llamarla desde la cocina,y de una carrerita, entró al lugar.

Como todo el apartamento, la cocina era imponente, parecía salida de una revista. Los electrodomésticos de última generación, se adaptaban perfectamente al estilo del resto de la casa.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora