Capítulo 15: La noche que te miré

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Después de conducir unos minutos más, con aquel abrazo quemándoles la piel, se detuvieron frente a un lugar que parecía ser algo pequeño. 

Betty permaneció sentada hasta que Armando rodeó el carro para poder abrirle. Ese pequeño detalle comenzaba a tener demasiada importancia para ella. Por un momento, fantaseaba que el juego se volvía realidad, que eran un par de enamorados en su primera cita o, tal vez, una pareja que festejaba su primer aniversario de bodas. Tenerlo así de cerca, tan próximo a su piel, arrasaba con su cordura. Armando, al tener esos simples, pero no por eso menos importantes detalles con ella, descubría sensaciones que jamás había sentido. Era consciente de que nadie se había comportado así con ella y, por alguna extraña razón, adoraba ser el primero en recibir esas sonrisas de agradecimiento, esas miradas tímidas o el sonrojo en la piel de sus mejillas. Siempre se comportó con caballerosidad con las mujeres, como se lo habían enseñado desde pequeño, pero nunca había tenido una retribución como esa.

Apenas ingresaron al bar, la música en vivo invadió todos sus sentidos. El lugar era pequeño, pero se sentía como viajar en el tiempo, entrar allí era como regresar a los años veinte o treinta. Betty estaba segura que podía encontrarse con un sitio así en aquellos años en Estados Unidos.

Las luces cálidas con tonalidades variadas en rojo, la decoración antigua de espejos y viejos sillones de cuero de la época, hicieron que todas las preocupaciones se disiparan como el rocío en una mañana cálida

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Las luces cálidas con tonalidades variadas en rojo, la decoración antigua de espejos y viejos sillones de cuero de la época, hicieron que todas las preocupaciones se disiparan como el rocío en una mañana cálida.

Armando encontró un sitio vacío, bastante alejado de la gente. Necesitaba conversar con ella, tenerla cerca y disfrutar de su presencia. Aquel rincón del bar, con un sillón amplio y cómodo, le ofrecía el confort y la privacidad que necesitaban. Continuando con sus atenciones, le pidió a Betty que tomara asiento primero y la dejó pasar. Fue extraño lo que sintió cuando su cabello ondulado rozó la piel de su rostro y pudo percibir su fragancia. Luego de que ella se acomodara, estratégicamente se ubicó bastante cerca, como en la heladería. Sus piernas, apenas conocían el espacio entre ambos. La lámpara sobre la mesa, con una luz tenue, le daba al lugar un ambiente tibio y romántico.

-Betty, ¿le incómoda que me ubique aquí? Lo que pasa es que no podré escucharla si estamos tan alejados

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-Betty, ¿le incómoda que me ubique aquí? Lo que pasa es que no podré escucharla si estamos tan alejados.- se excusó, mientras su mente se preguntaba ¿qué rayos le pasaba ahora a su cuerpo que deseaba tenerla tan cerca?

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora