Capítulo 2: ¿La besé?

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Sumergidos hasta el cuello, Betty y Armando se dedicaron a revisar las finanzas. Mientras que el punto de equilibrio se alejaba cada vez más de Ecomoda, los números rojos crecían al igual que los pasivos.

La expansión del sector empresarial que Armando había llevado a cabo, generaba una mayor responsabilidad con los trabajadores, además de ganancias y trabajo.

Mario Calderón los sorprendió en plena tarea, mientras ambos se encontraban analizando unos documentos.

Estaban tan cerca el uno del otro, que el vicepresidente comercial sonrió con malicia. En su cabeza, imaginaba los escenarios más grotescos que podrían haber tenido lugar, la noche anterior, entre el galán de su amigo y doña doctora de los santos vampiros.

-Buenos días- con sonrisa de lado- ¿Interrumpo?

-Bueno, yo tengo que ir a buscar unos papeles que me quedó debiendo Sofía esta mañana- improvisó ella con gran habilidad. Una de sus características, a la que Armando, estaba felizmente acostumbrado. Y es que se le daba muy bien eso de salir al paso con alguna respuesta ingeniosa-  Ya regreso-  y dirigiendo su mirada hacia Calderón concluyó-  Permiso, don Mario, y buen día.

Cuando Beatriz cerró la puerta, Armando supo que el momento de validar todos aquellos años de teatro cursados, al fin había llegado. Debía montar una buena escena para su amigo. Por lo menos hasta decidir, claramente, qué es lo que iban a hacer con ese bendito plan.

-¿Y? ¿Cómo nos fue anoche? ¿Huyó o ya se convirtió en Conde Drácula?- preguntó Mario impaciente y ansioso pero igual de irónico, como siempre.

-Muy gracioso Calderón, muy gracioso. No siga que no estoy para chistes- Respondió Armando tratando de ganar tiempo. Sabía que, con Mario, no había lugar para frases inconclusas. Si hasta resultaba, incluso, peor de lo que era Berta cuando iba detrás de un chisme. Sobre todo si tenía que ver con mujeres o conquistas. 

-Ah... con que amanecimos de mal humor...¿no? Entonces me queda claro que anoche logró concretar el objetivo. O si no, no estaría así- era claro para él que, con aquella respuesta de Armando, la presa había sido cazada bajo la luz de la luna.

-¿Usted qué cree?- preguntó con falsa molestia, causando en Mario una total intriga. Si había que actuar, al menos podía ensalzar algunas frases. Aunque los actos no hubiesen ocurrido como tal,  eso le divertía. 

-Bueno, mi estimado presidente, creo que le confesó su amor platónico y luego la besó para sellar el encuentro- continuó el muy idiota. Se había creído el teatro aunque, según él, la obra montada era más bien una escena de humor que de romance. Entonces, acercándose a Armando, extendió la mano hacia su boca.

-Ey, ey, ey. ¿Pero qué hace?- dijo confundido alejando su rostro como si Calderón tuviese alguna especie de veneno.

-Revisando dónde le clavó los colmillos su vampirín, para evaluar los daños- respondió burlesco. Finalmente lo había logrado. El vicepresidente comercial, también era capaz de ejecutar ese juego.

-¡Salga!, ¡salga hombre! No sea idiota, tengo todo perfectamente en su lugar- dijo al tiempo que lo espantaba con la mano. Ahora sí se sentía molesto, debía tener cuidado o todo o su amigo descubriría la farsa.

-¿Entonces, la besó?- dijo, mientras se relamía los labios con malicia.

-Sí... sí, la besé. ¿Contento?- explicó él tratando de esconder la mentira. Al fin de cuentas, era lo que su asistente le había recomendado. Si bien, darle a ese sujeto lo que quería resultaba horrible, no se atrevió a tomar decisiones sin consultarlo con ella primero. Para muestras, bastaba recordar lo de Panamá, ya no quería cometer más errores.

Perdidos en la noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora