Cap 7. Besos en la ducha

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MATÍAS LOREN
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—No.

Robín me mantenía a raya alejándome con sus brazos, pero logré pasar por la puerta. Inmediatamente lo besé y cerré la ventanilla de la ducha empujándolo hacia el agua que salía de la regadera mojándonos juntos.

El agua se adentraba en la nariz cortándome la respiración, pero ni siquiera la frescura de esta, podía eliminar el calor de mi estómago o disipar el deseo que me consumía.

Robín me empujó y se alejó respirando airosamente.

No estaba usando sus gafas así que no había nada que ocultará la belleza mágica de su rostro.

Tal y como lo pensé cuando tocaba sus caderas, la imágen de su cuerpo desnudo frente a mí, agitó mi corazón. Tenía un color verde muy fuerte e intenso en sus ojos, sin duda su apariencia era excepcional. Mi tipo a la perfección.

—¿Qué haces?—preguntó cuando acerqué algo duro a su trasero mientras él estaba un poco inclinado calmando su respiración. Seguro reconoció de que se trataba.

Me froté en él y llevé las manos a su cintura para ponerlo erguido, sintiendo como se estremecía.

_Solo la punta_ Le pedí besando su cuello mientras me contenía de hacer realidad lo que tanto había estado esperando.

Rogaba que aceptará.

—¿Quién se creería eso? —Su voz sonó con mucho miedo y me tocó el hombro con una de sus manos— Podemos bañarnos juntos si quieres, pero no hacer eso.

—Solo una vez —suplique agachando el rostro.

—No sabes nada. El sexo gay causa dificultad para caminar provenientes de dolor en la ingle y otros músculos por la compresión nerviosa y si no lo haces bien puede haber desgarre.

—Tendré cuidado.

Mi voz salió ronca y casi rompiéndose ante la suplica. Lo tomé del brazo y lo bice acercarse a la pared obligándolo a mantener el contacto visual.

El estante de los jabones cayó y ambos nos quedamos viéndolos por un tiempo.

—Recógelos y no te haré nada. —expresé con una sonrisa, pero él no pareció creerme.

—Mentiroso.

Sí, estaba mintiendo.

Pero quería que me creyera o que al menos fingiera hacerlo.

—¿No me crees?

—Por supuesto que no, solo un idiota, te creería. —Volteó el rostro y yo sólo me reí ante lo tierno que se veía.

Sabía que no estaba preparado para nada más.

Aun no es el momento.

Lo deslice entre los muslos con cuidado dejando un beso tras otro sobre su terso cuello para ayudar a relajarlo y los dulces labios dejaron salir un sonido que me encantó. Sentir como se estremecía con mis movimientos y como su respiración cada vez se agitaba más, me dificultaba no desear hacerlo mío.

Le apreté las manos llevándolas hasta abajo para que ayudara a moverlos, no pude evitar enloquecer al notar lo suaves que eran sus manos. El toqué que me producía era muy delicado ya que sus manos son pequeñas, pero el saber de quién eran, me volvía aún más loco.

Los espasmos se expandían por la parte baja de mi estómago, el sonido de su respiración me llevaba a apresurar los movimientos para obligarlo a soltar esos sonidos que estaba comenzando a amar más que cualquier canción que hubiese escuchado antes.

Un caos desastrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora