Cap 19. Prometidos no prometidos

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Las palmas de ambas manos se incrustaron sobre mi rostro como un aislante para los sonidos desbordantes que serían las pruebas contundentes de mi noche pasional con Matías que había avanzado hasta la madrugada ardiendo con el mismo fuego de cuando...

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Las palmas de ambas manos se incrustaron sobre mi rostro como un aislante para los sonidos desbordantes que serían las pruebas contundentes de mi noche pasional con Matías que había avanzado hasta la madrugada ardiendo con el mismo fuego de cuando iniciamos usando el deseo como combustible.

Ninguno quería rendirse como si de alguna forma se hubiese convertido en una competencia.

—¡Matías! -gritó su madre —. ¡Sal de inmediato!

Ambos nos miramos agitados y la velocidad creció a la hora de vestirnos, y tratar de vernos presentables, quizás era la hora de desayunar y yo sentía que iba caer en cualquier momento.

De hecho, no sentía mis piernas, pero si nervios, terror, miedo y de forma intensa.

—Te traeré el desayuno a la cama —dijo Matías, dándome un beso en la mejilla antes de salir de la habitación vistiendo solo un pantalón.

Observé la espalda llena de rasguños con temor y corrí hasta la puerta, recorrido que se sintió como si avanzara por una cuerda floja con un equilibrio terrible para lanzarle una camisa que tomó con una sonrisa para luego guiñarme el ojo antes de ir hasta las escaleras haciendo que suspirara como un tonto.

Se detuvo en seco rotando su cuerpo hacia atrás para escribir un "te amo" con sus labios antes de seguir bajando.

Yo también lo amo.

Pero nunca hare algo así, lo juro. Las cursilerías no saldrán de mí, jamás.

Pasó mucho tiempo y Matías no regresaba así que tomé fuerza desde lo profundo de mi corazón para ir en su busca, bajé cada escalera como si se tratase de un gran reto y al final me resbalé bajando con mayor rapidez escuchando el crujido de mis lentes. Soy un guerrero ya estoy acostumbrado a la acritud que tiene la vida para golpearme de forma literal.

Debe ser culpa de mis dos pies izquierdos.

—¿Por qué esas caras largas quien se murió? —Pregunté riendo torpemente mientras me arreglaba las gafas turbando el ambiente con mi aspecto que intentaba ser distendido a pesar de que acababa de barrer las escaleras con mi cabello.

Había cometido un error, la mirada molesta de Mateo, las lágrimas de la mamá de Matías.

Alguien si murió.

—Vamos a prepararnos. —Matías me tomó de la mano y me dio una mirada extraña antes de ayudarme a subir las escaleras —. Es mi tía, murió está noche.

—Lo siento. -Bajé la cabeza llenó de vergüenza por mis palabras anteriores.

—No fue tu intención.

—Pero aun así me siento mal. No importa cuánto lo intente siempre soy imprudente hasta parece que tengo una maldición.

—¿Te gustaría tener una máquina del tiempo y arreglar este momento? —Se detuvo y me observó con absoluta fijación haciendo que me sonrojara de la vergüenza.

Un caos desastrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora