Cap 21. El valiente vive hasta que el jarrón quiere

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ROBÍN NIAN
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—Voy a volver a la universidad —dije con la voz ronca.

—¿Estás loco? —Javier me regaño.

Me senté en la mesa y mordí un pedazo de pan tostado, la alegría en sus caras se mostró de forma brillante, aunque débilmente dibujada al igual que pasajera. Una amiga doctora de mi madre se encargó de suministrarme suero los últimos días ya que me negaba a comer, no quería hacerlo, pero ahora debía actuar de forma madura y no seguir preocupándolos.

En esos días Javier lloraba a mi lado y me decía que me estaba convirtiendo en una pasa seca y talvez tenía razón mis labios estaban secos al igual que mis ojos. Lloré hasta que no me quedará ninguna gota que derramar y el dolor solo se mostrará a través de mis espasmos porque oh, sorpresa también mi voz se había esfumado.

—Entre más rápido regrese a mi rutina, más rápido me sentiré mejor.

Error.

Grave error.

Tan pronto llegué a la universidad William y Jake me arrastraron hasta la azotea en donde nos esperaba Steven, me lanzaron al suelo con brusquedad y cuando levanté el rostro recibí una patada que me regreso a esos días de sangrado nasal y golpes que tanto mi mente como cuerpo ya habían olvidado. Las manos temblorosas, la forma desesperada en la que intentaba que no doliera tanto me causaba más rabia que dolor ante la impotencia de ser golpeado por tres, claramente me encontraba en desventaja, sabía que si me daban una daga y me hacían pelear en contra de uno de ellos sería más justo y lo daría todo por causar, aunque sea el más mínimo daño.

Ya no quiero ser un cobarde.

Tal vez nunca lo fui, quizás los cobardes siempre fueron ellos y no me di cuenta de lo valiente que había sido al volver cada día aun sabiendo lo que me esperaba porque... algún día iba a parar. El sabor a sangre en mi boca, la ropa arrugada y sucia, mis lentes chuecos, el ardor en mi cabello por los jalones me hizo reflexionar sobre si de verdad valía la pena quedarme quieto en cada ataque, me habían dejado como un absoluto desastre, recostado llenó de dolor en aquella azotea en lugar de volver como solía hacerlo me quedé en el suelo cubriendo el rostro de los violentos rayos del sol.

El olor a humo me sacó del mar de pensamientos que ahoga mi mente con ideas irracionales cargadas de emociones.

—¿Es por el humo? —preguntó al ver que me levantaba.

Era un chico que fumaba en la azotea, su piel era de color oliva, ojos de un claro café, cabello negro algo largo, y piercings, dos pequeños en formas de bolas redondeadas y pequeñas bajo el labio, dos anillos en la nariz y orejas perforadas. Tenía su vista puesta en mí lo que no me hizo sentir en peligro o activo alguna alarma de desconfianza, pero tanta atención era poco natural.

—Soy asmático —contesté.

Lo vi tirar el cigarrillo y aplastarlo con el pie nervioso.

—Perdón creí que en la universidad si se podía fumar, pero por poco me corren en mi primer día de clases e hice lo que cualquier fumador haría, buscar la azotea.

—¿Eres de primer ingreso? —pregunté mirándolo de pies a cabeza con algo de aburrimiento.

Me sacudí la ropa y peiné mi cabello dispuesto a emprender mi marcha y largarme de ese lugar sin querer hablar por mucho tiempo.

—No, soy transferido. Si tuviera que empezar mi carrera de nuevo preferiría bailar sin pantalones en una iglesia.

No pude evitar soltar una risa ya que entendía lo que decía.

Un caos desastrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora