Cap 9. Celos

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MATÍAS LOREN
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Robín dormía tranquilamente a mi lado y yo no podía dejar de observarlo con completo orgullo.

No podía cerrar la boca y dejar de sonreír al ver las marcas en su cuerpo.

_Ey, Matías ¿Me ayudas a cambiar las llantas de mi auto?_ Pidió Javier el hermano mayor de Robín, asentí aunque su mirada era extraña y no la apartó de mi en todo el desayuno; tan pronto como terminamos de comer nos fuimos al garaje.

Por alguna extraña razón, llevaba un martillo en una de sus manos.

Es un hombre preparado.

—¿Vas a cambiarlas por desgaste o por...

Se dio la vuelta y ambos quedamos frente a frente, se acercó con pasos acelerados haciendo que retrocediera hasta atrás; pegando la espalda en la pared.

El tipo era más alto que yo, con más edad que yo, así que me intimidaba un poco.

Además de ser el hermano de Robín.

_¿Te tiraste a mi hermano?_ Preguntó con un rostro que aunque no era serio o molesto, me hacía sentir peor al ser tan neutral como si no tuviese emociones.

—No.

Sonreí tontamente y traté de irme, pero me empujó en la pared tomándome de los hombros y solté un quejido de dolor, instintivamente mis manos fueron a la parte baja de la cadera.

Parece que no me creyó.

—¿Creen que nadie los escuchó?

Tragué saliva ante sus palabras.

No pudimos ser muy obvios ¿cierto?

_Por culpa de ustedes, malditos, tuve que ponerle laxantes a la cena_ Balanceó el martillo cerca de mi cara_ ¿Qué le hiciste a mi hermano para que no saliera de la cama? ¿Tú estuviste arriba?

_Nada, dormimos hasta tarde viendo peliculas, debe estar cansado.

Le mentí descaradamente.

_La cama, Matías. La maldita cama, sonó toda la noche y me hizo pensar que el amigo de mi hermano, talvez estaría mejor 10 metros bajo el suelo que en mi casa con mi inocente hermano.

—Sin comentarios —dije cargado de valor que desapareció al instante cuando se acercó y corrí hasta un auto, él quedó del otro lado y trataba de alcanzarme.

—¡¿Desde cuándo?! —Saltó al auto y yo retrocedí para irme a la otra esquina.

—No lo sé, talvez dos semanas.

Me movía en mi posición para estar preparado y esquivarlo si trataba de saltar hacia mi borde.

—¿Dos semanas? ¡Maldito!

Estábamos rodeando el auto mientras nuestros ojos se clavaban como si fuésemos animales salvajes intentando tenderle una emboscada al otro.

Estaba seguro que iba a saltar sobre mí.

—¿Qué están haciendo? —El papá de Robín llegó al garaje y nos observó confundido— Me voy a trabajar —Miró a Javier—. Cuida de Robín y Matías.

La nariz de Javier se arrugó como si oliera algo en mal estado, pero se quedó a esperar que su padre saliera para dirigir su mirada hacia mí muy lentamente.

Saltó del auto y caminó dándole algunas vueltas al martillo en su mano.

_Escucha pelos de elote, mi hermano no está solo. Hasta que se aburra de ti_ Colocó su mano en mi hombro_No te atrevas a lastimarlo o tendrás que pagarlo.

Un caos desastrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora