- ¿Eres Margoth Allen? - Preguntó ese hombre intimidante con una voz aún más intimidante.
- ¿Quién pregunta? - Respondí yo. Y pareció irritarle que mi respuesta no se haya limitado a un simple sí o no.
-Mi nombre es Aaron Clark, soy el príncipe de Etteria, segundo en la línea al trono y el hijo menor del rey Arnold Clark, tú rey. -Dijo, y pareciera que lo repetía de memoria.
Ahora que me fijaba en su ropa, llevaba un traje de noble que no pasaba desapercibido y una gran espada atada al lado izquierdo de su cadera. Una espada con empuñadura de ¿oro? Sí que debía de ser el príncipe.
-No. - Fue mi instinto quien respondió.
- ¿La conoces? - Mi cara debió ser un poema porque un segundo después se aclaró la garganta y dijo: - A Margoth ¿La conoces?
Negué con la cabeza y lo rodeé para seguir mi camino. Cuando llegué a casa, o más bien a casa de los padres de Mary, ella estaba en mi habitación llorando. Cuando entré, me miró con la cara llena de lágrimas y me dijo:
- ¿Él te gusta? - Sus ojos parecían en una súplica.
-No. - Fue lo que le dije. A Mary no le gusta que la enreden con palabras y yo le concedí.
Entonces se levantó del suelo, donde había estado todo ese tiempo y se fue sin decir palabra. Durante todo el día no hice más que pensar en por qué me buscaría el rey y en esos desconcertantes ojos azules.
Eso fue hasta la tarde, cuando estaba bajando las escaleras y tocaron la puerta con tanta fuerza que podrían haberla sacado de las bisagras con facilidad. La madre de Mary se apresuró en abrir y yo casi me caigo cuando vi quienes eran nuestras visitas. El mismísimo príncipe... ¿cómo había dicho que se llamaba? Le seguían alrededor de seis guardias, armados como él; dos con espadas y los restantes con lanzas.
Mi pobre madre adoptiva solo fue capaz de articular un tembloroso ¨Hola¨. Y la entiendo, ese hombre podía asustar.
-Mi nombre es Aaron, - ¡Aaron, eso era! -soy el hijo del rey Arnold, él me envió aquí.
Mary chocó conmigo cuando venía bajando las escaleras a todo correr, seguro preguntándose que había sido ese estruendo.
- ¿Quién es? - Susurró. Me encogí de hombros.
- ¿Qué se le ofrece Alteza? - Dijo la madre de Mary.
- ¿Vive aquí Margoth Allen? El rey Arnold exige su presencia inmediata. - Mierda.
-Si. - Dijo la señora Miley, seguro intimidada. - Margoth- Me llamó y no supe dónde meterme, empujé a mi hermanastra escaleras abajo y me escondí como pude dentro de mi habitación.
¿Qué me podía pasar? De todos modos, solo le había mentido al príncipe. Al maldito príncipe del país. Calma. Nada puede salir mal.
Pero como todos sabemos, nunca se puede pronunciar esa frase, porque las cosas solo empeoran. ¿Cómo lo sé? Porque la puerta que ahora podía caer de sus bisagras era la de mi habitación.
Abrí.
Su cara de sorpresa fue evidente.
- ¿Eres Margoth Allen? - Era la tercera vez que le veía en el día y aun así no me acostumbraba a su presencia.
- ¿Cuántas veces has preguntado eso el día de hoy?
¿Saben, esas personas que no contestan lo que se le pregunta a la primera, si, esas que no se pueden estar calladas y tienen que rebatir todo, todo el tiempo? Mucho gusto, mi nombre es Margoth.
Eso pareció molestarle más de lo que yo esperaba. ¿Es idea mía o es un hombre muy irritable?
- ¿Podrías responder sin otra pregunta? - Ahora si se había enfadado.
-Si. - Temí por mi vida.
-Bien. - Solo dijo eso y se fue por donde había entrado ¿Qué? ¿Bien? ¿Cómo que bien? ¿Qué quería decir con eso?
Eso lo supe poco después. Dos guardias armados entraron por donde había salido el príncipe, me agarraron cada uno por un brazo y tiraron de mi escaleras abajo. Mi mente estaba en blanco, no entendía nada y esos hombres me sostenían con más fuerza de la necesaria. Cuando estuve en la pequeña sala de la cabaña vi que mi padrastro estaba allí, se acercó a mí a una velocidad increíble y yo vi los cielos abiertos. Pensé que iba a arrancarme del agarre de los guardias, pero nada más lejos de eso.
-El rey exige tu presencia, debes acudir a él. -No...- Sé que esto es muy precipitado, pero tú sabias que llegaría el día que...
- ¡No! - Grité y se me desgarró la garganta
Yo quería ir más allá de este pueblo, pero no de esta forma, no siendo arrastrada contra mi voluntad, no porque el rey lo quisiera.
- ¡No! - Grité esta vez más fuerte, con la esperanza de que tal vez, el hombre que había creído mi salvador, vendría a mí y me diría que todo iba a estar bien.
Pero él no se movió del lugar.
Él no podía ser a quien mi padre me había confiado hace tantos años. No daba crédito de lo que veía.
-Le prometiste a mi padre que cuidarías de mí.
-Y también le prometí que te haría cumplir tu destino una vez llegado el momento. - Sus ojos parecían pedirme perdón, y entonces... solo me arrastraron lejos de la que creí mi casa. Y saliendo por aquella vieja puerta de madera, entendí, que perdía mi hogar una vez más. ¡No! Que me estaba siendo arrebatado.
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Alas de oscuridad
FantasyCuando Margoth se ve rodeada de mentiras que le han perseguido durante toda su vida y decide afrontar su verdadera identidad, los problemas no dejan de aparecer para complicarle aún más el total caos que es su vida. Desde su nacimiento ha sido marca...