¿Pero qué demonios? Nunca me hubiera esperado esto de Kiara. Tan inocente que se le veía, yendo por ahí, con su ropa inmaculada y su sonrisita nerviosa. Ya vi que asuntos tenía el príncipe que no fue a la cena. El reino a punto de un colapso y él emborrachándose y...
¿En qué me afecta que mi "sirvienta" y el príncipe tuvieran algo que ver? En nada, ¿cierto? Claro, ellos podían hacer lo que quisieran. No es mi asunto ¿entonces por qué me molesta tanto?
¿Acaso no se da cuenta de que su padre le necesita porque el reino está siendo amenazado? Debería prestar más atención y dejar de ser un consentido.Me alejé del balcón y me acosté en la cama sin pegar ojo en toda la noche. Esto de no poder dormir se estaba convirtiendo en un hábito, y los motivos rondaban siempre a la misma persona.
A la mañana siguiente ni siquiera esperé a Kiara. Bajé a desayunar yo misma a la cocina, allí ya había gente trabajando desde mucho más temprano. Caminé sola por todo el jardín y me senté en una roca justo donde todas las mañanas vivía mi infierno personal llamado entrenamiento.
He de decir que ya no era tan mala en ello, podía manejar la espada con una sola mano y hacer algunos movimientos. No se me daba tan mal.
Tenía muchas cosas en la cabeza y el no haber dormido nada en dos días, hacía que mis pensamientos se desequilibraran un poco. Todo el ruido exterior me abrumaba, y el choque continuo de mis ideas dentro de mi cabeza me ponía de mal humor.
No estaba centrada para nada, ningún movimiento tenía sentido y todo mi cuerpo pedía a gritos una siesta. Debí quedarme en mi habitación, de igual forma lo que me deparaba la mañana no mejoraría mi estado de ánimo.
Al pasar unos 20 minutos apareció Aaron. Solo. Andrés no apareció por ningún lado, ni siquiera después de una hora.
El príncipe estaba un poco lento, seguramente debido a la resaca. Aproveché para hacer un truco que él mismo me había mostrado y dejarlo desarmado. Si le sorprendió muchísimo.
-Aprendo rápido. -Dije picándole.
-Fue solo suerte de principiante.
- ¿Ah sí? Menuda suerte que te haya ganado con tu propia técnica.
-No me has ganado nada, solo dejé caer la espada porque me distraje. - ¡que excusa tan tonta!
-"Si permites que te desarmen estarás muerto" ¿no es lo que me dices tú siempre? -todo esto no me iba a llevar a nada, pero no pararía.
-Esta mañana estás más insoportable que de costumbre. -Masajeó levemente su sien, probablemente por la jaqueca.
-O tú estás más irritable. Voto por la segunda. -Me miró incrédulo.
-No me apetece discutir contigo esta mañana, ¿vale?
-Tu tranquilo, sigue en lo tuyo. Sigue emborrachándote, que mientras el reino entero se viene abajo puedes seguir de juerga. Al final, a ti nada de esto te preocupa. -Vale, ni yo ni mi mal humor teníamos derecho de meternos en su vida privada, pero le culparía de que la noche anterior no pude dormir nada; aunque no fuera su culpa, al menos no directamente.
La tormenta de sus ojos no hacía más que agitarse. Me caería encima y yo misma me lo había buscado.
- ¿De qué estás hablando ahora niña loca? Que sepas que no te importa lo que yo haga con mi vida. Y el reino está bajo control. Si quiero emborracharme lo hago, soy el príncipe, puedo hacer lo que me apetezca. Y deja ya de espiarme o tendré que mandar tapar el balcón.
- ¿Tirarse a la servidumbre de palacio también está entre los privilegios de ser un príncipe? -no sé cómo esas palabras salieron de mi boca, pero lo hicieron tan afiladas que podrían cortar el aire.
ESTÁS LEYENDO
Alas de oscuridad
FantasíaCuando Margoth se ve rodeada de mentiras que le han perseguido durante toda su vida y decide afrontar su verdadera identidad, los problemas no dejan de aparecer para complicarle aún más el total caos que es su vida. Desde su nacimiento ha sido marca...