Capítulo 23

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En el pequeño escenario se encontraban dos músicos que cantaban una dulce y rítmica melodía al compás de la lira y el tres.

Tras varios segundos el tabernero volvió a nosotros con dos vasos de cristal que contenían un líquido ámbar con un olor un poco fuerte, aunque no desagradable.

Cuando el hombre dejó los vasos en la mesa y se fue con una sonrisa, mi cara se contrajo en un gesto de desaprobación mirando a Aaron y la bebida simultáneamente.

Luego de una sonora carcajada, que fue ahogada por el bullicio del lugar, dijo:

-Es un licor de importación, sabe muy bien. Pruébalo, confía en mí.

Levantando una ceja con desconfianza y sin dejar de mirarle, atraje el vaso a mis labios y bajo la mirada expectante de mi príncipe bebí del licor amarillento que recorrió mi garganta como si de fuego se tratase.

Tosí varias veces antes de recuperar la compostura mientras Aaron acariciaba mi espalda de forma reconfortante y se reía a carcajadas.

-¨He pasado mi vida entera en lugares como este¨ -dijo imitando mi voz y riéndose aún más fuerte.

-¡Yo no hablo así! –aparté su mano de mí, entre divertida e indignada. –¡¿Qué rayos es eso?!

-Wiski, curado por 20 años, lo mejor de lo mejor. Es de mi botella.

Volví a tomar el vaso en mis manos y, mirando directamente a sus ojos, pasé un trago de alcohol como si nada.

Esta vez no tosí. El líquido recorrió una vez más mi garganta, calentando mi cuerpo, aunque creo que en parte era por la mirada permanente de Aaron en mis labios.

Su mano volvió a mi cuerpo, pero para posarse esta vez en mi cintura, se acercó a mi rostro y me susurró al oído:

-¿Sabes cuánto tengo que contenerme para no mirar directamente tus hermosas piernas? –todo el calor del Wiski fue a parar a mis mejillas. –o tocarte…

Al mirar bajo la mesa, me di cuenta de que, por la posición en que estaba sentada, la apertura de mi traje de caza dejaba al descubierto mis muslos.

Antes de apartarse de mi rostro, sentí como sus dientes se apoderaban del lóbulo de mi oreja y tiraban ligeramente. Entonces el calor comenzó a invadir otras zonas de mi cuerpo…

Me tomé todo el alcohol del vaso hasta que vi el fondo limpio y por un breve momento me mareé.  Tuve que parpadear varias veces bajo la mirada lasciva del príncipe.

Pero no perdería el control, la última vez que lo hice terminé diciendo cosas que no debía y dentro de mi interior quedaban secretos que no podían salir a la luz.

Así que comencé a explorar alrededor. Había personas bailando y bebiendo, jugando a las cartas y… ¡Dios mío, dados! ¡Me encantaban los dados!

Me gustaba mucho apostar, pero no tenía nada de dinero.

Pero…

Miré a Aaron y cuando nuestras miradas se conectaron volví a mirar la mesa donde tenían lugar las apuestas. Frunció un poco el ceño y cayó en la cuenta de lo que quería.

-De ninguna manera. –dijo firmemente.

-Por favor. Préstame un poco. Es que no tengo ni una sola moneda, si la tuviera no te pediría.

-Que no. ¿Estás loca? Somos los herederos, no podemos ser vistos apostando en una taberna. –replicó como si fuera lo más obvio del mundo.

-Técnicamente no deberíamos siquiera estar bebiendo en este lugar, pero aquí estamos. –me miró de reojo y negó con la cabeza. –Vamos, solo una ronda.

Alas de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora