Margoth.
Luego del bombardeo de la mañana, me quedé en el jardín. Recorriéndolo de un lado a otro, sin nada más que hacer que pensar. Estos últimos dos días habían sido muy reveladores. Había descubierto más sobre mi propia vida en menos de treinta horas que en 18 años. Ya no sabía ni como me llamaba.
Hasta ahora tenía: padres con pasados misteriosos, asesinos que me persiguen desde antes de nacer, sangre real y hambre. Porque adivinen quien no probó bocado en el desayuno por la lluvia de pensamientos. Exacto. Ahora estaba sola y hambrienta, y el Sol se había escondido hacia un rato tras unas nubes negras. Si empezaba a llover, declararía este como el peor día de mi vida.
Comencé a caminar más deprisa por miedo a mojarme, pero supe que estaba más lejos del palacio cuando avisté un pequeño lago. Y más allá dos pequeños ojos negros que me miraron atentamente. Cerró el libro y se precipitó en dirección contraria, siguió por delante de mí, del otro lado del lago y se perdió entre los árboles. Lo último que vi fue su espesa melena rubia.
¿Quién era ese chico?
Intenté regresar sobre mis pasos, pero los ojos que vi esta vez eran azules. Azules y feroces como las olas del mar.
El príncipe Aaron venía en mi dirección.
Caminada cansadamente, como si detestara hacerlo. Cuando me vio su cara fue de sorpresa, pero enseguida cambió a una que me analizó de arriba abajo. Se acercó un poco.
- ¿Así que princesa? -Bien, el rey ya le había dicho nuestra pequeña mentira. Me limité a mirarlo. ¿Estaría enojado por esa repentina revelación? - ¿Cómo debería llamarte a partir de ahora? ¿Princesa? ¿Alteza? ¿Hermanita? - Dijo con una sonrisa divertida.
-Solo Margoth.
-Bien, solo Margoth. ¿Piensas quitarle el trono a mi querido hermano? Perdón, nuestro. -Esta vez la sonrisa había desaparecido y me miraba como si quisiera sacarme los ojos con la intensidad de sus iris azules.
Vale, se había enfadado. Nada raro. Tenía que responderle algo que no lo molestara aún más. Porque yo seguía hambrienta que es lo mismo que irritable, y ahora mismo no me apetecía discutir con él.
-Solo estoy donde me dicen que esté. Y no tengo intención de quitarle nada a nadie.
-Irónico no te parece, según yo recuerdo me dijiste exactamente lo contrario. -Le había dicho que nadie me controlaba. Mierda. - Pero nada en ti parece ser real hasta que alguien dice algo nuevo. Ayer eras solo una campesina, hoy eres la princesa heredera, mañana ¿la esposa del rey? -Vale suficiente, había empezado a llover y mi cupo de emociones había cerrado por hoy. Así que hice lo único que se hacer cuando me siento acorralada o asustada.
- ¡No estoy aquí porque quiera, vale! Hasta ayer tenía una vida. Sí, hasta que tu llegaste a mi puerta a ponerla patas arriba. ¡Yo era feliz sin saber que era la princesa! No me importaba el trono ni la corona, y sigue siendo así. -Ya no tenía nada en mente, solo la confiable: -Tú no me conoces. No sabes nada de mí. -Tenía que salir de ahí o iba a volverme loca.
-Tampoco es que quiera conocerte, la sangre no hace los lazos. Aunque siempre la gente diga eso.
Ya estaba bastante lejos - e irritada - así que hice como que no lo escuché. Si este príncipe estaba molesto, el otro debía estar rabiando. En todo caso sigo siendo la tercera en la línea ascendente al trono, ¿Por qué se preocupaban tanto de mis intenciones? Aunque quisiera, no podría tener la corona. No era mi turno.
Al llegar al palacio estaba mojada, hambrienta, molesta y ¿triste? La vida de mis padres no fue precisamente un cuento de hadas, estuvieron todo el tiempo escondiéndose para protegerme. Y ahora yo tendría que volver a esconderme. Lo juro, las personas que hicieron esto van a pagar.***
La presentación con los cortesanos fue bastante... peculiar. Usé un lindo vestido y aun así la gente me miraba como si tuviera un cuerno saliendo de mi frente. Cuando el rey dijo toda la historia de la enfermedad, se escucharon algunos susurros, pero luego aplaudieron y eso fue todo. Oficialmente era la princesa, y no por eso se sentía menos abrumador.
Ahora tenía un trono y todo. Un poco más pequeño que los de los príncipes. Estaba al lado del de Aaron, siguiendo la línea de sucesión. Ambos estábamos a la derecha del rey quien, en toda su gloria, saludaba a cuanto noble se le parara delante.
Yo ya estaba harta, ya había comido. Pero las miradas extrañas de medio salón me ponían incomoda y los susurros y cotilleos del resto me mareaban. Si alguien no me detenía pronto me iba a largar de un momento a otro.
Tampoco ayudaba a mi estado de inminente erupción que Aaron no parara de mirarme con una sonrisa de suficiencia en el rostro. Casi me ardía el perfil por su mirada, sabía que estaba incomoda con toda esa gente y solo lo hacía para molestar.
- ¿Quieres dejar de mirarme?
-Lo siento, a mi si nadie me dice que hacer. -Me gire con tanta brusquedad hacia él que algunos de los que estaban cerca pudieron notarlo. Mi reacción le divirtió tanto que casi se hecha a reír. Nunca lo había escuchado reír...
- ¿Te diviertes? -Le pregunté entrecerrando los ojos, aunque estaba claro que yo era su bufón esa noche.
-Mira a tu alrededor, la única que no se divierte eres tú. Aunque claro, tú eres de quien todos se ríen. -Suficiente. Me levanté de golpe, tenía que hacer algo para que el muy imbécil dejara de reírse de mí. Para mi sorpresa se levantó un segundo después y se acercó al rey.
-Padre, creo que Margoth debería irse a la cama ya. Ha sido un día cansado para ella. - ¿Qué? El imbécil acababa de salvarme la noche, no me lo esperaba para nada.
-Si. Es cierto. -Dijo el rey. -Ve a dormir y descansa. -Hizo una ademán con la mano para señalarme la puerta.
En un segundo abandoné la sala del trono y me detuve ante las puertas, miré hacia atrás ¿De verdad Aaron me había ayudado a salir de esa jaula de cuervos? Por supuesto que no.Venía caminando y me paso por el lado a toda velocidad. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca me dijo en un susurro:
-Las clases de esgrima empiezan mañana a las seis y media, si llegas un minuto tarde tendrás un castigo. Y te aseguro que no lo quieres.
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Alas de oscuridad
FantasiCuando Margoth se ve rodeada de mentiras que le han perseguido durante toda su vida y decide afrontar su verdadera identidad, los problemas no dejan de aparecer para complicarle aún más el total caos que es su vida. Desde su nacimiento ha sido marca...