Capítulo 3

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Me subieron a un caballo de malas maneras y así empezó mi viaje hasta el palacio. Una vez cruzamos las barreras de Alyara acepté que jamás volvería allí. Después de todo quien me había mandado a encontrar era el mismísimo rey. Fue entonces que decidí que quería respuestas y que cierto príncipe que iba cabalgando a mi lado me las daría.

- ¿Por qué me mandó a llamar el rey? – El príncipe se giró hacia mí con una expresión que claramente decía:
´´¿Cómo osas dirigirme la palabra?´´ y procedió a ignorarme maravillosamente. Eso me enfureció.

- ¿Para qué te envió el rey a buscarme? ¿Qué puede querer el rey de una campesina como yo? - Esta vez ni siquiera se molestó en mirarme. – Respóndeme.

-Pues no lo sé, la verdad, ¿Qué podría querer el rey de una niña molesta que no hace más que preguntas estúpidas? - ¿Qué? ¿Él no acababa de decirme eso, ¿verdad? ¿Él no acababa de llamarme niña estúpida?

De un solo salto me bajé del caballo y eché a correr. Corrí tan rápido como pude entre los árboles. Yo sabía que no tardarían en atraparme, pero ahora tendría motivos para llamarme niña.

Mi momento de gloria no duró mucho, el caballo del príncipe Aaron se me cruzó por delante y casi caigo al suelo. Se bajó rápidamente y me agarró del brazo tan fuerte que dolía.

- ¿En que estabas pensando? - Parecía furioso de verdad, y por la forma en que apretaba la mandíbula supe que se estaba conteniendo. – Si de verdad pensaste que te escaparías, debo decir que eres más tonta de lo que creía.

-Se me dijo que el rey solicitaba mi presencia en palacio, pero en ningún momento me preguntaron qué opinaba yo al respecto o si quería ir a la audiencia del rey. – Me miró entrecerrando los ojos como si lo que hubiera dicho no tuviera el más mínimo sentido.

-Se te dijo que el rey exigía tu presencia inmediata y si no se te pidió opinión, fue porque simplemente no tenía importancia. –No podía estar hablando en serio, si este era el príncipe que algún día gobernaría las grandes tierras, estábamos completamente perdidos. -Ahora sube al caballo y no vuelvas a hacer lo que hiciste; nos quedan dos días para llegar a Etteria y no quiero retrasarme ni un minuto más por tu culpa.

-Si se trata de mí y de donde voy a estar, por supuesto que importa lo que yo opine. También soy una persona y puedo pensar por mi mis…

- ¡Cállate ya de una vez! – Ahora sí que estaba enfadado. – Haz lo que se te pide y guarda silencio, tu voz me irrita. ¿Quieres respuestas? Las tendrás, pero cuando llegues al palacio. Ahí podrás preguntarle al rey personalmente por qué demonios te mandó a llamar y seguro te lo dirá. Él tiene tus malditas respuestas, no yo.

Si era cierto. Si alguien podría decirme algo era el rey. Por eso obedecí y me subí de una vez al maldito caballo. Quería mis respuestas y las quería ya mismo.

El resto del camino me limité a observar todo a mi alrededor. Era la primera vez que salía de Alyara y había muchas cosas que jamás había visto.

Además de las plantas y los animales, también me dedique a mirar a mis captores/acompañantes. Los seis guardias vestían igual, con el que supuse que era el uniforme de los guardias del palacio. También me di cuenta de que el príncipe los trataba mal a todos, excepto a uno de ellos. Era un poco más bajo que él y tenía el pelo de un cobrizo muy llamativo.

Al caer las ultimas luces acampamos en una pequeña llanura en la falda de una colina. Me ofrecieron un poco de comida, pero no la acepté. Si moría de hambre el rey seguro culparía a su hijo, y si yo era importante, seguro que le quitaba el derecho al trono, y así salvaba de una vez al reino de su mandato.

A la mañana siguiente partimos antes de que saliera el Sol. Y como llevaba mucho tiempo callada, algo dentro de mi quería explotar.

- ¿Falta mucho?

-Solo medio día de camino. – Me respondió el pelirrojo con una linda sonrisa en los labios y sus ojos verdes transmitiendo gentileza. Le sonreí mientras Aaron le fulminaba con la mirada, como si el pobre chico hubiera cometido un pecado imperdonable.

Me giré en su dirección con toda la intención de decirle algo grosero, pero… ¿Ya he mencionado sus ojos azules?

No eran de un azul común, sino como el color del mar en las mañanas, y con esa furia que cargaban, sus ojos parecían olas chocando ferozmente contra los muros de la costa.

Me tomé un momento para admirar lo que antes estuvo opacado por el odio que comenzaba a sentir hacia él. Cabello castaño muy oscuro, casi negro, labios medianamente grandes y mandíbula fuerte. Su rostro estaba perfectamente equilibrado en cuanto a sus pómulos marcados y su mirada. Era muy guapo y el contraste de sus ojos claros con sus cejas y cabello lo hacía ver aún más atractivo, y no era solo eso, estaba muy bien dotado, además. No contradecía ninguna de las leyendas que dicen que los príncipes son tan lindos como poemas.

Pero este poema hablaba de odio, porque, así como era de hermoso era de insoportable.

Luego de un rato más cabalgando, llegamos a la cima de otra colina, esta era un poco más baja que la anterior, pero desde allí se podía ver nuestro destino. Y debo decir que era hermoso.

Alas de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora