Capítulo 8

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El desayuno no había sido probado, la comida seguía sin tocar y las emociones estaban revueltas sobre la mesa. El legado de mis padres no se limitaba al color del cabello ni al parecer a la sangre real.

Seguíamos en el mismo jardín, rodeados de las mismas flores y yo, sentada en esa silla, sentía que el mundo se me caería encima.

El rey Arnold no había parado de hablar sobre el peligro que correría si me iba de los muros del palacio y del dolor que sentiría por no haber cumplido su promesa a mi madre. También dijo que no podía volver con Mary y su familia porque eso pondría en riesgo sus vidas.
Dijo que quienes querían acabar conmigo, pertenecían a una antigua Orden de la cual mi padre fue miembro en su juventud, y que lo hacían por la traición que mi padre les hizo. Sí, ambos de mis padres eran traidores, cada uno de su lugar de origen. Quizás por eso se enamoraron, por todas las cosas que tenían en común.

-Entre esas personas -dijo después de unos minutos en silencio -existía una gran leyenda. Esta leyenda decía que llegaría el día en que el primogénito varón de uno de sus seguidores se alzaría en nombre de la magia y desataría un poder nunca antes visto en los grandes reinos. -mi cabeza iba de un lado para otro y mi mente ya había abandonado mi cuerpo varias veces ¿A qué se refería con eso? -Esa leyenda recaía en los hombros de tu padre, quien había sido marcado en su nacimiento con dicha profecía. Todos confiaban en que, llegado el momento, podrían entrenar al primogénito y encaminarlo por las vías de sus creencias.

» Tu padre vivió muy bien su vida, aun sabiendo que el peso sobre sus hombros sería difícil de manejar. Entonces apareció tu madre. Hermosa, rebelde, soñadora, con un lado muy oscuro en su interior. Y esa parte de la historia ya la sabes. Lo que no sabes es que cuando tu naciste y se supo de tu nacimiento, quisieron llevarte con ellos para instruirte. Pero cuando llegaron a ti, y vieron que eras una niña, llegaron a la conclusión de que no eras la indicada y culparon a tus padres. Querían asesinarte. ¿Como es posible que alquien sea capaz de hacerle eso a un bebé?

» Ellos lucharon con todas sus fuerzas para esconderte y poder vivir en paz, pero la Orden estaba cada vez más cerca. Entonces tu madre murió y tu padre te llevó con él al fin del mundo. Pero a él también lo encontraron... -Hizo otra de sus pausas tortuosas antes de que una sonrisa triste apareciera en su rostro -Y entonces llegaste a mí. Eras tan pequeña y tan frágil... Decidí que me haría cargo de ti, pero una vida al pie de la cuidad que aun sentía rencor por tu madre no sería bueno para ti. Fue por eso que te llevé con los Allen y viviste todo este tiempo alejada del caos nacido del amor de tus padres.

» Pero ahora el peligro acecha de nuevo y debes permanecer bajo este palacio para que pueda protegerte. Por favor, los reyes no ruegan jamás, pero yo te imploro, que me dejes honrar la memoria de tus padres. Quédate, acepta el título de princesa, finge ser mi hija perdida. Y déjame cuidar de ti, como no tuve ocasión de cuidar de tu madre.
Definitivamente iba a desmayarme. No podía pensar. Ni mi mente era capaz de procesar una palabra ni mi boca de formular una oración. Me quedé quieta, muy quieta. Temía que, al mover ligeramente la cabeza, las ideas se me saldrían por los oídos. Entonces una sola cosa se abrió paso por mi cabeza, no quería morir. Yo quería explorar el mundo. Y para eso necesitaba estar viva, así como también que unos desequilibrados no me persiguieran por todos lados.

-Está bien, me quedaré en el palacio bajo el nombre de su majestad. -El rey pareció encontrar su alma en el fondo de su cuerpo. -Pero no me quedaré de brazos cruzados, encontraré la manera de vengar a mis padres y daremos caza a esos malditos que les asesinaron. -de nuevo pareció cavilar mis palabras, pero al final dijo:

-Bien, esta noche te anunciaremos a la corte y en unos días haremos una gran fiesta para celebrar tu coronación. -Se levantó dispuesto a marcharse, pero pareció recordar algo y giró sobre sus talones, de frente a mi perfil. Yo seguía en la misma silla desde el principio. -Y le diré a mis mejores guerreros que te enseñen a utilizar la espada. -¿Qué? No, no me refería a eso.

-Pero, yo no quise decir eso, yo...

-Toda precaución es poca. Esa gente es muy escurridiza y es necesario que, de presentarse la ocasión, sepas que hacer o como atacar a quien intente herirte. -De nuevo se acercó y dijo muy bajo- sé que esto no significa lo mismo para ambos, pero el hecho de que hayas vuelto a mí, es demasiado importante. No dejaré que nada ni nadie te haga daño.

Y se marchó. Dejándome más desconcertada que antes.

Alas de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora