Capítulo 5

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Wow

Pensé que me dejarían en un cuarto pequeño con lo indispensable, pero aquello era magnífico. Aunque después de todo el rey dijo que yo era ''su invitada''. Seguro los había juzgado mal y el único imbécil en ese lugar era el príncipe Aaron.

El suelo era de madera pulida y el techo era bastante alto y de él colgaba un candelabro que le daba a la habitación un aspecto de ensueño. Había un balcón bastante amplio, del lado izquierdo, desde donde se podía ver toda la ciudad y la cama... Era enorme. Ni juntando todas las camas que había en mi antigua casa se comparaba con el tamaño de la que estaba ante mí.

Por un momento pensé en Mary. A ella seguro le encantaría estar aquí, viendo estas cosas hermosas. -Suspire pesadamente. -Aunque ella no hubiera intentado nada para que no me llevaran, terminaría por perdonarla. Pensándolo bien, no había nada que ella pudiera hacer al respecto si su propio padre me había dejado ir.

Cuando me giré hacia la puerta James seguía allí parado, parecía un poco tímido y eso me dio mucha gracia. Me acerqué a él y en un segundo supe que lo había puesto incomodo porque todo su delgado cuerpo se tensó.

- ¿Me traes algo de comer? -Le dije y pareció reaccionar. De cerca se podían apreciar sus ojos, que eran tan verdes que por momentos parecían transparentes. Y también se podían ver las pecas en su rostro, que le daban un toque aniñado a pesar de que debía tener unos 24 años.

Con un asentimiento de cabeza salió por la puerta y me dejo sola en la enorme habitación. Me di cuenta de que a la derecha había otra puerta, un baño con una bañera enorme ¿Es que nada en este lugar era de tamaño normal? Jamás en mi vida había usado una de esas. Ahí mismo había un vestido. No, un hermoso vestido, el más lindo que había visto en mi vida.

Era blanco y largo. Seguro me llegaba a los tobillos. ¿Estaba puesto ahí para mí? El rey dijo que esta era mi habitación y que todo estaba dispuesto para que yo me sintiera cómoda, así que seguro era para mí.

Me hacía mucha ilusión porque nunca había usado algo tan bonito en mi vida. Así que tomé un baño y me enfundé en aquella preciosidad.

En efecto, me llegaba a los tobillos y era abierto en la espalda en forma de V. Tenía algunos detalles como encajes en toda la espalda y también bordados en la parte de debajo de la falda.

Cuando regresé a la habitación había una bandeja en una mesilla al lado de la puerta. Había un poco de pan, frutas, carne y jugo de moras. Lo devoré todo al instante porque tenía mucha hambre.

Luego salí a la terraza a contemplar la ciudad, ya estaba atardeciendo y se veía hermosa con los colores llamativos del atardecer en los tejados de las casas. Al girarme para volver dentro, me di cuenta de algo que antes no había notado, desde allí se podía ver una parte de la habitación de al lado, más específicamente el propio balcón. Y había alguien allí.

Si. Había un hombre de unos 24 años sentado tranquilamente con las piernas estiradas por delante. El príncipe Aaron. Estaba viendo lo mismo que había estado admirando yo hace unos segundos. La cuidad. Pero no la miraba con asombro como yo, sino con dejadez.

Todo aquello le pertenecía, pero era como si le abrumara. Entonces, como si sintiera mi mirada en su perfil, volteó hacia mí. Por un momento le sostuve la mirada de asombro, pero me intimidó, así que volví dentro.

Acto seguido alguien tocó la puerta y pensé que vendría a reclamarme por haberle estado espiando. Por esa razón me sorprendí tanto cuando abrí la puerta. No era el príncipe que yo esperaba.

-Creo que no nos han presentado. Mi nombre es Andrés, soy el príncipe heredero de Etteria. -Me recorrió el todo el cuerpo con la mirada, al instante me sentí intimidada. Era alto, tenía el cabello muy rubio y largo y los ojos azules. Y era muy guapo. - Espero que estés cómoda, mi habitación está justo aquí al lado. -Señaló la puerta a su derecha e hizo una seña. -Por si necesitas algo.

-Estoy bien gracias. -Dije simplemente.

-Mi padre me mandó a buscarte, acompáñame por favor.

Le seguí por los mismos pasillos de antes y volvimos a entrar en la sala del trono, allí se encontraba el rey, parado a un lado de los ventanales, admirando las vistas de la ciudad. En cuanto me vio entrar una sonrisa triste apareció en su rostro.

-Ese vestido te queda como anillo al dedo. Tu madre tenía uno parecido y deslumbraba a todos siempre que lo usaba. -Dijo en un suspiro casi imperceptible. ¿Por qué seguía hablando de mi madre?

- ¿La conocía? -Por supuesto que si, como si no iba a saber tanto de ella.

-Sí, y tú tienes sus ojos. -Me hizo una señal para que me acercara y luego se dirigió al príncipe. -Puedes dejarnos solos Andrés.

Él pareció dudar por un segundo, pero se marchó en seguida. Entonces el rey volvió a centrarse en mí.

-Sé que tienes preguntas y te prometo que las responderé todas, pero primero, déjame contarte por que te he llamado.

Alas de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora