Capítulo 41

44 3 11
                                    

Llegamos luego de unos minutos a la dirección acordada y veo a Niko en la puerta y no puedo evitar el impulso de salir corriendo hacia él.

No me malinterpreten, estoy feliz de que mi madre y Liv no se alejaran de mi, pero el sentimiento de culpa no me deja en paz. 

Ellas no deberían tener el suspenso de esta vida de nuevo y menos por mí. Tal y como los De angelis estoy desgraciándole la vida a mi madre y a mi hermana, aunque ellas no lo digan. 

- Maddison ¿Qué pasó? - pide saber mi mejor amigo desesperado cuando lo abrazo - ¿Quiénes son los dos simios?

- No le digan nada a Axel de mi ubicación. Acepte venir con ustedes por lo de esta tarde, pero ese es el límite - exijo soltando a Niko mientras los veo directamente y ellos me dan un asentimiento 

- Madd. Te conozco hace mas de cinco años y solo has venido a esta taberna pocas veces en la vida y ninguno de esos momentos fueron precisamente rosas para ti. Sin contar la última vez

- Sandra en realidad se llama Stella y es mi tía - informo adentrandome en el lugar

Nikolay tiene razón, la última vez que estuve en esta taberna tenía algo más que el corazón roto. Sentía que mi vida iba a acabar.

Les doy un consejo, vayan a terapia cuando puedan y no se busquen al chernobyl. Eso no termina bien, o por lo menos no para mí.

Tuve una de esas relaciones, casualmente inició antes de volver oficial mi mudanza a casa de Sandra o Stella. Mi madre en conclusión.

Cometí un error peor que el de mi hermana. Que me pesó en la peor época. Por un lado estaba la esperanza de una familia que me amaba, por otro los desgraciados que me dieron la vida y el último flanco un novio tóxico manipulador que intentaba hacerme drogadicta.

Contarle todo a una mala persona y dejarte vulnerable al veneno disfrazado de azúcar es aún peor.

Él sabía todo de mí. Era demasiado inocente para creer que el primer novio era el todo de mi vida. Creía en cada palabra que salía de su boca, creía en sus malos consejos, pero sobre todo creía en su amor.

Era muy ingenua para ver que solo era otro chico malo que buscaba un juguete y yo era la opción perfecta. Una chiquilla insegura del amor que alguien le pudiera dar, rota y vacía por dentro que solo buscaba algo... algo a lo que aferrarme.

Y sin verlo me aferré a un arbusto de púas. Él decía que podía olvidarme de todo si tomaba las pastillas que él me daba. Juraba que todo se solucionaría con una pastilla, pero hay algo mejor que una pastilla.

Un abrazo de quien en verdad te ama.

Mamá nunca fue fan de Jeremy. Y yo nunca fui fan de molestarla con mis dramas emocionales. Ella sabía que algo andaba mal cuando mis padres me amenazaron con enviarme a Suiza al internado, pero yo no era capaz de decirle nada.

Y peor aún, mirar a Liv era más de lo que podía soportar. Y la dejé de ver.

Me estaba alejando de lo único que me hacía bien. Y él lo único que me decía era que ellas se aburrirían de mí eventualmente, que nadie más que él se quedaría a mí lado porque era una carga.

Una carga que solo él podía sostener según cada noche que pasábamos juntos.

Los días pasaron y ya ni siquiera llegaba a casa de los Marchetti De angelis. Quería evitar a como diera lugar ver a mamá o a Liv. Y empecé a quedarme con Jeremy.

Lo hice más difícil para Sandra. No tenía forma de ubicarme. De repente había pasado de los cálidos brazos de una madre postiza a un callejón sin vida con un tipejo de mala calaña que me presionaba con sus comentarios pasivo agresivos a drogarme con él.

CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora