Capítulo I

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Los fantasmas del pasado visten de traje


—Y la verdad es que siempre he estado enamorado de ti, Kate 

Me quede sin aire y mi sonrisa se ensanchó juntando mis manos en mi pecho a la salida de la biblioteca. 

>>Cada que vienes te observo desde el mostrador. No puedo apartar la mirada de ti mientras te veo buscar entre las estanterías de la sección de "Romance Juvenil" —su perfecta sonrisa se ensanchó en su rostro y el calor subió a mis mejillas— 

—Cole... —se acerco a mi acortando la poca distancia entre nosotros, con el dorso de sus dedos acarició mi mejilla y mi corazón empezó a palpitar a mil al ver como su rostro se acercaba lentamente hacía el mío. 

Va a pasar... ¡Por Merlín! ¡Va a pasar! ¡Va a besarme! 

Estaba más que lista para recibir ese beso que había estado esperando por tanto tiempo hasta que un molesto y repetitivo sonido lejano comenzó arruinar el ambiente, pero él pareció no notarlo. Estaba siendo cada vez más fuerte que podía escucharlo dentro de mi cerebro. 

Abruptamente abrí los ojos y la imagen de Cole desapareció. Ya no estaba frente a la biblioteca del Callejón Diagon, sino en mi aburrido y triste dormitorio. Y ese molesto ruido era del despertador. 

Despegué mi mejilla de la almohada y con todo el cabello pegado a la cara estiré mi brazo tratando de apagarlo. Golpee el aparato por todos lados antes de poder atinarle al botón correcto. 

Suspirando me senté en el borde de la cama cayendo en la triste realidad de que mi momento con Cole solo fue un sueño y con todo el pesar me quede mirando al suelo en un punto fijo a replantearme toda mi existencia. 

¿Realmente tengo que ir a trabajar? ¿Lo necesito? ¿Y si falto por hoy? 

Miré a mi mesita de noche específicamente al cuadro parado junto al despertador. Sus pequeños ojitos grises me devolvieron la mirada y su sonrisa me recordó que, al igual que todos los días, todo lo que hacía no era por mi. Por lo que me paré de la cama y a paso arrastrado salí de la habitación hasta el baño. 

Me vi al espejo y mi reflejo somnoliento me devolvió la mirada. Las leves ojeras bajo mis ojos me robaron una mueca de desagrado. Recogí mi cabello en un moño desordenado, me lave el rostro y salí camino a la cocina. Busqué en la alacena la pre-mezcla de panqueques, huevos y la leche. 

Si, sé que no era el desayuno más saludable del mundo. Las madres sabelo todo con las que solía cruzarme me repetían una y mil veces "la importancia de las frutas y los productos naturales y orgánicos en el desayuno para el correcto desarrollo de las neuronas y las no se que", pero en mi defensa la pre-mezcla es sin exceso de azucares. ¿Suficiente? No lo sé, pero es rico y nos gusta. 

Dejé algunos panqueques cocinándose a fuego bajo y limpiándome las manos me acerque a la puerta que estaba frente a mi habitación —el departamento no era tan grande por lo que no había problema si me alejaba un poco de la cocina— y toqué la puerta tres veces con los nudillo. 

—¿Ya estas despierta? —pregunté— 

A los pocos segundos la puerta se abrió y me recibió una enana somnolienta de cabello castaño y revuelto que me miraba con ojos mas cerrados que abiertos. Eso me robo una sonrisa. 

—Prepárate que enseguida estará el desayuno —avisé mientras apartaba algunos mechones de su rostro—.

Asintió en un movimiento extraño por el sueño y cerro la puerta. Yo corrí a la cocina y volteé rápido los panqueques

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora