Capitulo VIII

501 38 4
                                    


¿Ebrio?

Hoy tuve trabajo extra por lo que salí algo tarde del trabajo y decidí volver a casa caminando. Podría usar Aparición, pero me gusta caminar en la noche, sobre todo en esta época del año. Me gusta sentir las brisas frescas en rostro que se sienten como pequeñas agujas en mis mejillas y también la tranquilidad que se siente a esta hora en Londres, a diferencia de lo ruidoso que es durante el día. 

Había avanzado algunas cuadras cuando escuché que alguien gritaba mi nombre detrás de mi. Extrañada y preparada volteé y me relajé al encontrar a Malcom, un empleado de mi mismo departamento. Se ve que había corrido por el color de sus mejillas y las nubes blancas que salían de su boca con cada exhalación gracias a la agitación. Lo salude con una sonrisa expectante a que me diga si necesitaba algo.

—Pensé en acompañarte de camino —dijo—. Ya sabes, es peligroso andar sola a esta hora. No digo que no puedas defenderte, claro. Es solo que es mejor caminar en compañía, ¿no?

—Tienes razón —acepté y empezamos a caminar—.

Caminamos unas cuadras más hablando de como le iba a Malcom el adaptarse a su reciente traslado a mi departamento. Me dijo que se estaba adaptando muy bien y que estaba feliz de trabajar conmigo halagando mi compañía y mi experiencia en el área.

Estábamos llegando a una esquina cuando vimos una figurada parada justo en la esquina; alto, con las manos en los bolsillos de su saco y como si esperara a que llegáramos. Malcom tuvo miedo y sugirió que siguiéramos por otra calle. Pero conforme nos íbamos acercando la figura dejo de ser tan desconocida para mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sería cuando estuve lo suficientemente cerca—

—Tenía cosas que hacer en este Ministerio —respondió—. Te vi a lo lejos y te esperé para acompañarte a casa.

—¿Se conocen?

—No hace falta, puedo llegar a casa sola.

—No pregunte.

—¿Disculpa? —reí— 

—¿Se conocen? —preguntó Malcom más alto. Tom rodeo los ojos y lo miro desde su altura de arriba a abajo e hizo una mueca— 

—Soy el padre de su hija. Ya la llevaré yo, puedes irte tranquilo —le dijo a Malcom— 

El pelirrojo me miró sorprendido.

—Estamos separados —le aclaré—.  

—Y ya volvimos. Ahora puedes irte tranquilo, yo la llevaré.

Me quedé estupefacta ante la estupidez que acababa de soltar. Malcom me miró confundido y se alejo unos pasos de mi. Terminé por decirle que podía irse y él se fue doblando en esa esquina en otra dirección y Tom empezó a caminar con las manos en los bolsillos y yo corrí hasta quedar a su lado. 

—¡¿Se puede saber por qué carajos le mentiste?!

—Solo te ayudaba a sacarte de encima al niño —respondió indiferente—.

—Él solo pretendía acompañarme a casa. 

—Y a tu cuarto. 

—Ese sería mi problema, ¿quién te dijo que necesitaba tu ayuda? —lo tomé del brazo haciendo que de detenga y me mirara tenía los ojos algo rojos y unas ojeras resaltaban gracias a su pálida piel—

¿Estaba ebrio?

—No creí que te interesaban los niños ahora. 

—Ese no es tema tuyo. 

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora