Capitulo XVIII (pt. 2)

1K 82 37
                                    


Viaje de recuerdos

Cruzada de brazos junto a la chimenea miré a Tom y él tenía la mirada seria puesta en ella. 

—¿Qué haces aquí, O? —preguntó Lexi parándose frente a ella—.

 —Lo mismo que tu, Lex —dijo sonriendo—. Nuestros padres se fueron y era triste quedarme en casa sola. Así que vine a hacerles compañía —se encogió de hombros—. ¿Hay algún problema? —ninguno respondió pero no le importo—. He traído vino. Es una cosecha muy costosa que traje de mi viaje a Francia, espero les guste —con su sonrisa de labios rojos intercaló su mirada entre todos nosotros y en cuantos sus ojos verdes se posaron en mi, me miró de arriba a abajo y sonrió de lado—. 

Miré a Maddison y por su mirada sobre ella supe que tampoco estaba nada contenta con su presencia. Octavia también se dio cuenta, pero ignorándolo dio unos pasos dejando la botella de vino sobre la mesa de centro y se acercó. Se agachó frente a ella poniendo una de sus manos en sus rodillas y por instinto di unos pasos acercándome. Maddison levanto la cabeza desde su asiento y la miró directo a los ojos.

 —Esto es para ti, cariño —le dijo extendiendo una bolsa de papel de regalo—. No he tenido tiempo de enviarlo al árbol, pero espero que te guste. 

Maddison miró la bolsa, luego a ella y frunció el ceño. 

—Me he cansado de abrir tantos regalos hoy —le dijo ladeando la cabeza—. Puedes dejarlo en el árbol junto a los demás y luego lo abriré. 

Una risilla se escuchó a los lejos, había sido Blaise quien en cuanto ella giró su cabeza para mirarlo de mala manera, él fingió estar viendo otra cosa. Octavia apretó los labios pero se esforzó en volver a sonreír y se irguió. Dejó la bolsa en uno de los sofás y suspiró como si estuviese cansada. 

—Huele delicioso —cerró los ojos dando una inhalación—. Muero de hambre. 

Volví a mirar a Tom y él seguía con su mirada fija en ella, siguiendo sus movimientos. Por su expresión sería y tensa, él tampoco esperaba que ella llegara, pero tampoco reaccionaba, todos en la sala esperaban a que hiciera o dijera algo, Maddison incluida, pero no hacia nada y al verlo tan sumiso y estúpido, con la mirada fija en ella con su vestido largo y ajustado, y ese labial rojo que tanto le resalta, comencé a sentir como esa sensación en mi pecho crecía. 

—Tenemos que ir a cambiarnos para la cena —dije en voz alta—. 

Entonces Tom apartó la mirada de ella y miró mi perfil. Yo lo ignoré y miré a Maddison con una sonrisa. 

—¿Vamos? —le extendí mi mano y ella miró a Tom. Él la miró un momento antes de apretar los labios y apartar la mirada a un lado—. 

Entonces Maddison me miró a mi y asintió con pesar. Tomó mi mano levantándose del sofá y caminamos para salir de la sala, pero para eso, teníamos que pasar junto a ella, y al hacerlo la miré de reojo y ella igual. Al hacerlo me sonrió con una suficiencia que me hirvió la sangre, pero me contuve para que no pensara que lograba turbarme tan fácil, entonces le correspondí la sonrisa. 

—Veamos... Este o esté —le pregunté a Maddison mostrándole dos de sus nuevos vestidos cuando ya estábamos en su habitación—. 

Ella estaba sentada en el borde de su cama y miró los vestidos sin muchos ánimos.

—Da igual —respondió encogiéndose de hombros—. 

—Ey... —dije dejando los vestidos en uno de los sofás y me acerqué hasta ella, me agaché a su altura poniendo mis manos en sus rodillas—. No estés triste, mi amor. 

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora