Capitulo IV

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El volvió.

—¡Okey! ¡Okey! Cálmate que no te estoy entendiendo, Kate.

—¡El volvió, Luna! 

—¡¿Quien volvió, Kate?! 

Me sostuvo de los hombros deteniéndome bruscamente para que la mirara. Su ceño estaba fruncido ante el desconcierto de que, por mi estado de ansiedad, no podía formular una sola oración concreta. Jamás me había visto tan alterada, pero en cuanto inhale profundo y logre decirlo, entendió el porqué estaba así. 

—Tom Riddle.

Al instante en que pronuncie el nombre su rostro pasó del desconcierto a la alarma en una milésima. 

—¿Donde? ¿Cuando? ¿Cómo?...

Nos sentamos en el sofá de la sala y le conté todo asegurándome de que Maddison no escuchara nada.

Desde que llegamos se había encerrado en su cuarto y no me hablaba. Estaba molesta por lo del libro y aunque cada que se molesta conmigo me duele, en esta ocación estaba mas preocupada por otra cosa. 

—Tranquila —dijo Luna sentada en el sofá mientras yo daba vueltas por toda la habitación—. Debió de haber sido solo una casualidad. No hay chance de que él siquiera sospeche sobre ella, huiste en cuando pudiste y el Tom Riddle que conocemos no te buscaría. De seguro ya salió huyendo al verte. 

Me paré en seco tratando de creer que lo que me decía sea cierto. A pasos largos me acerqué hasta la mesa junto al sofá y destapé una botella de vino vertiendo el liquido en una copa. Miré a punto fijo del suelo mientras daba trago tras otro esperando que el alcohol ayudara en algo. 

Luna tiene razón. No hay razón para entrar en pánico. Es solo una de mis peores pesadillas vueltas realidad, solo eso. No hay pánico. 

Eso fue lo que quise creer hasta que al día siguiente la realidad me dio una bofetada acordándome que era los Riddle de quien hablábamos. 

En la tarde saliendo del Ministerio me quedé helada al ver a Mattheo con lentes de sol esperando con las manos en los bolsillos al pie de las escaleras. En cuanto me vio me sonrió de una manera que me resulto escalofriante y levanto su mano llamándome. Como si se tratase de alguien que vuelve a ver a un muy buen amigo después de tanto tiempo. Y ese no era el caso.  

Trate de ignorarlo y bajé rápidamente los escalones para seguir por mí camino en la otra dirección, pero él me detuvo parándose delante de mi. 

—¿De verdad? Todos estos años y ni siquiera un "Hola" dirás? Que descortés eres —se quejo negando con la cabeza—. ¿O es que no soy el Riddle que esperabas ver? —sonrió y me miro entrecerrando los ojos por encima de los lentes—.

—¿Qué quieres? —pregunté inquieta—

—¿Qué te hace pensar que quiero algo? —preguntó llevando una mano a su pecho como si le doliera— Solo quería pasar a saludar a una vieja amiga con la cual he pasado buenos momentos y a la cual he extrañado tanto...

—Idiota —solté rodeándolo para seguir mi camino, pero con lo que dijo me detuvo a los poco pasos—

—Es una niña muy linda—dijo a mis espaldas—. Tu hija. ¿Qué edad tiene? ¿Nueve, diez?...

—Eso no es algo que te importe —me acerque amenazante—. Déjame en paz.

Pero lo que dijo borró todo rastro de amenaza y la poca valentía que había ganado hace unos pocos segundos.

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora