Capitulo XVIII (pt. 3)

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La culpa.

¿Qué mierda estas diciendo, Octavia? Eso es imposible —espetó Tom recargando ambas manos sobre el escritorio, como si buscara estabilidad—. 

¿Lo es? —preguntó ella—. Lo hicimos antes de que te fueras a Londres, ¿no te acuerdas? Porque yo lo recuerdo muy bien —agregó con una sonrisa y se acercó rodeando el escritorio hasta llegar a su lado. Él estaba tan confundido que no reaccionó cuando ella puso sus manos en su hombro y recargo su mejilla sobre él—

No, no es verdad. No puede ser verdad, no ahora...

No veo cual es el problema, mi amor. Esto era lo que estábamos esperando. Ahora al fin seremos una familia y...

¿De que familia hablas, qué mierda dices? —se apartó de golpe—. Ese contrato era lo único que tu y yo teníamos, y se terminó al momento en que me enteré que ya tenía una hija. 

¿Y ahora despreciaras a tu otro hijo solo por esa niña, dejarás que crezca sin un padre? No puedes hacer eso, Tom. No puedes dejarme pasar sola por esto, te necesito —se volvió a acercar a él con ojos de cachorro—. No seas igual que tu padre, eres mejor que él...

La mirada de Tom estaba perdida en un punto fijo. La noticia de otro hijo lo alteró de verdad, eso era evidente. Sobre todo luego de escuchar el "no seas igual que tu padre", Octavia conocía sus traumas y sabía bien que solo diciendo algo como eso, lo tendría justo donde quería. 

Pero Tom tendrá un hijo, realmente no sé como debería tomar la noticia. Digo, no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar la sorpresa. 

Giré hacía Tom que estaba detrás de mi a unos pasos de distancia con las manos en los bolsillos. Él miraba hacía otro lado, como si me evitara la mirada, hasta que por el peso de la mía, me miró. La mayoría de las veces en las que mis ojos se conectan con los suyos, no sé interpretar bien que es lo que quieren decir esas orbes grises azuladas, pero hay veces en las que logro entenderlo, y esta es una de esas, él tampoco sabe como debe sentirse. 

Todo a nuestro al rededor se sacudió y al abrir los ojos, otra vez estábamos en la sala. Tom soltó mi mano y se volvió a la mesa de los tragos, se sirvió un vaso más cargado de lo que debería y se alejó hasta llegar a los ventanales, a la oscuridad donde lo había encontrado, dándome la espalda. 

El silencio volvió a tomar lugar en toda la sala, como era habitual, pero ahora era mucho más tenso de lo normal. Él no decía nada, y yo tampoco. Sabía que no lo tenía hacer, pero aún así tenía la necesidad de hacerlo, no sé porque. 

—Wow... —fue lo primero que logré decir—

Iba a agregar algo más, como "Te felicito" o "Enhorabuena", alguna de esas mierdas que te dicen en momento como estos cuando se enteran de algo así, pero el mismo me interrumpió antes de hacerlo. 

—No tienes que felicitarme —cortó y se giró hacía mi viéndome desde la distancia, la luz de luna le iluminaba una parte del cuerpo, lo suficiente para poder divisarlo—. No te he mostrado todo esto para que me felicites. Sé que durante estos días me has odiado por no hacer nada ante los ataques e insolencias de Octavia —comenzó a acercarse—, seguro pensabas que era un idiota y un débil que se dejaba manejar y ridiculizar  a su antojo, pero entenderás porque no podía hacerlo. Cada vez que trataba de hacer algo, traía ese tema de por medio y me había amenazado con contárselo a todos como si fuera la noticia más feliz de nuestras vidas y no podía dejar que tu y la niña se enteraran así, quería ser quien se los contara. 

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora