Capitulo XXII

513 72 47
                                    


Tarde o temprano, tus secretos saldrán a la luz.

Veía el papel temblar entre mis manos. 

No, quien temblaba era yo. 

Apreté mis manos arrugando los costados del papel en un intento de calmar el temblor, pero no funcionaba, sino que comencé a sentir como el resto de mi cuerpo estaba igual. Sentía como si mis piernas se desprenderían de mi cuerpo y antes de caer, me senté al borde de  la cama llevando todo mi cabello hacía atrás. 

Confundida volví a leer una de la líneas al azar...

"...confieso que cuando volví a verte, todo lo que sentía en el pasado volvió otra vez a mi. Fue como si al momento de conocerte, una parte de mi pasó a pertenecerte y cuando te perdí, esa parte se fue contigo y mi mundo se quedo paralizado, solo vivía en automático sin poder sentir absolutamente nada, pero cuando volviste, esa parte regreso y mi mundo comenzó a funcionar otra vez." 

Sentí una punzada en pecho y mis mejillas húmedas, extrañada lleve mis dedos debajo de mis ojos y apenas noté que había llorado. Las limpie y volví a leer.

"Respecto a la niña, podría pedirte que le mintieras solo por no soportar la idea de que ella también me odie, pero no merezco su cariño y debe saber que tan mal padre he sido. Solo dile que en el poco tiempo que nos hemos conocido, han sido los mejores meses de mi vida y que es la niña más increíble que pude conocer, me siento afortunado de haber sido su padre. Dile que lamento no haber regresado antes." 

Ahora era consiente de las lagrimas que seguían escapándose de mis ojos. Un nudo se formó en mi garganta y se atoraba en medio de mi pecho, el aire comenzaba a fallar, sin saber porque comencé a agitarme y no podía respirar. Me levanté de la cama dando pasos de un lado a otro por la habitación, pero era cada vez más difícil, las lagrimas comenzaron a salir sin control, como si no pudiese tener control sobre mi misma. Me arrinconé en el suelo al borde de la cama abrazándome a mi misma mientras trataba de juntar el aire a bocanadas, pero no pasaba de mi garganta.

Joder, hace tanto no tenía un ataque de pánico y tiene que darme uno justo ahora...

Cerré los ojos y el recuerdo llego solo...

Escúchame, Katherine. Estarás bien, solo respira....

Estoy sola, Tom. No tengo a nadie, jamás tendré a nadie...

Mírame. No estas sola. Estoy aquí y no volverás a estar sola. 

No-no puedo res-pirar...

Solo concéntrate en mis ojos y haz lo que yo. Inhala, exhala... Inhala y exhala, Katherine... otra vez...

No sé porque ese recuerdo azotó mi mente justo en este momento, pero por alguna razón, recordarlo me ayudo a calmarme. Solían darme este tipo de ataques seguido de adolescente, aún recuerdo perfectamente la ultima vez que me dio uno esta magnitud, fue hace más de diez años en el colegio, en uno de los aniversarios de la muerte de mis padres. No podía respirar y me encerré en el baño de mujeres buscando un rincón en el que esconderme. Desde que los había perdido, en cada problema reaccionaba con estos ataques. Ese día había visto una de sus fotos en una vitrina de viejos alumnos y ellos me saludaron sin saber quien era yo, y ese fue el detonante. Poco después él se metió en el baño y me ayudo a tranquilizarme, y desde entonces, recordar esos ojos me ha ayudado a calmarme y no ha sido tan fuerte desde ese momento. 

Ya mas calmada llevé todo mi cabello hacía atrás y con una mano volví a leer una linea;

...desapareceré de sus vidas por completo y esta vez será para siempre...

El Brillo de sus Ojos | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora