𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 14

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—¿Cómo esto puede costar tanto? —hablé en voz alta teniendo en mis manos la caja de mi nuevo celular.

Minho nos trajo a una heladería muy linda y yo pedí un helado que lo sirven en forma de flor, se ve muy lindo y delicioso.

—No lo sé pero es muy útil —respondió Minho.

—¿Y vienes todos los domingos a comer helado solo? —le pregunté dejando la caja del celular en la mesa. Aún me cuesta un poco mirarlo a los ojos pero ya no tanto como al principio.

—No siempre vengo aquí. Creo que conozco la mayoría de heladerías de Seúl —respondió Minho —Y si, vengo solo. Después de una semana llena de trabajo me hace bien distraerme mientras como un rico helado.

—Yo ni puedo recordar la última vez que comí helado, creo que fué en el trabajo, una compañera me regaló uno —acoté yo.

—Cada que iba a ese restaurante lucías como un correcaminos, entrabas y salias de la cocina a una alta velocidad —añadió el rubio a la conversación y mis ojos se abrieron de par en par —¿No recuerdas que te dije que sabía que trabajabas ahí?

—No, no lo recordaba —le respondí.

—Pero yo sí a tí, en ninguna circunstancia te ves mal ¿Cómo lo haces? —habló el rubio en un tono coqueto y yo traté de ocultar mi rostro con mi mano derecha. —Eres muy adorable —añadió y luego lo escuché exhalar profundo.

—Sus helados —nos dijo una chica de cabello rojo mientras dejaba nuestros helados sobre la mesa —Que los disfruten.

—Gracias —dijimos Minho y yo al mismo tiempo.

Miré la mesa y me dí cuenta de que le habían dado mi helado a Minho. Estiré mi mano para tomarlo pero el rubio me detuvo.

—¿Qué pasa? —le pregunté cuando ví su mano sobre la mía.

—Te ves lindo colorado —me dijo y luego quitó su mano.

Tomé mi helado y comencé a comerlo sin despegarle la mirada.
No miraré a Minho, no puede ver que mis mejillas se pusieron más rojas. ¿Por qué siempre debo sonrojarme cuando me siento avergonzado?

—La persona que me enseñó y me inculcó esta "tradición" o "costumbre" de salir a comer un helado todos los domingos fué alguien muy especial para mí —habló Minho minutos después de absoluto silencio —Me decía que si tuve una mala semana un domingo de helado podría resolver todo, aveces no pero me haría olvidar mis problemas por unos minutos y eso era valioso.

—¿Y si no tenías dinero para comprar un helado cómo hacías? —le pregunté. Minho me miró y percibí lastima de su parte.

—Afortunadamente siempre tuve dinero para comprarme un helado.

—Oh, tienes razón. Que tonto soy —dije y reí un poco.

Obviamente él va a tener dinero para comprarse un helado, él no es un miserable como yo que ni para un caramelo me alcanza.

—No eres tonto, solo que yo nací en una situación muy acomodada y muchas cosas se me han hecho más fácil que a los demás —me dijo Minho —Aveces me siento estúpido... ¿Te gustó tu helado?

—Si, está muy rico —le respondí dudoso, ¿A qué se estaba refiriendo antes de cambiar de tema?

—¿Quieres hacer algo más al salir de aquí o quieres que vayamos a casa de inmediato? —me preguntó y yo me encogí de hombros.

—Escoge tú.

—No quiero escoger yo porque si lo hago iremos a muchos lugares y no quiero llevarte obligado.

Salvándote Donde viven las historias. Descúbrelo ahora