𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 40

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—Nunca quise dormir la verdad —respondí.

Minho soltó una risa baja, su mirada oscureciéndose aún más con deseo. —Entonces, déjame mostrarte cuánto te he extrañado —dijo, inclinándose para besarme nuevamente mientras sus manos continuaban explorando mi cuerpo.

—Quiero…

—¿Qué quiere mi príncipe? ¿Rudo o suave? —preguntó Minho frotando su cuerpo contra el mío robándome jadeos.

—Quiero estar arriba —le respondí y luego de unos segundos Minho nos dió la vuelta y ahora estaba sentado con mis piernas a cada lado de su cadera.

Sonreí al ver como Minho ponía sus manos detrás de su espalda dándome la libertad de hacer lo que quisiera. Me gustaría seguir descubriendo más sobre ese mundo del sadomasoquismo y eso pero lo necesito ahora y ya.

Con una mirada decidida, me incliné hacia él y comencé a besar su cuello, sintiendo su respiración acelerarse bajo mis labios mientras que con mi mano izquierda tomaba su miembro y lo acomodaba en mi entrada.

—Tesoro, no estás preparado te dolerá —habló Minho al adivinar lo que quería hacer —Deja que te ayude antes.

¿Ayuda? ¿Dolor? ¿Esperar más? No gracias.

Sin darle tiempo a decir algo más, tomé su miembro con delicadeza y, con un suspiro profundo, lo introduje lentamente en mí, saboreando cada segundo de esa unión. Sentí cómo su respiración se volvía más pesada, y sus manos se aferraban a mis caderas con una mezcla de deseo y contención.

Cada centímetro que avanzaba, una ola de placer y una pizca de dolor se mezclaban en mi interior, recordándome cuánto había anhelado este momento. Minho, con los ojos cerrados y el rostro lleno de concentración, parecía contenerse para no moverse demasiado rápido, permitiéndome marcar el ritmo que necesitaba.

Finalmente, cuando lo tuve completamente dentro, nuestras respiraciones se sincronizaron en una danza silenciosa. Me detuve un momento, cerrando los ojos y permitiéndome sentir todo: su calor, su firmeza y la conexión profunda que compartíamos. Minho abrió los ojos y me miró con una intensidad que me hizo temblar.

—¿Estás bien Tesoro? —preguntó con voz ronca, su preocupación evidente.

Asentí, sonriendo suavemente antes de empezar a moverme, estableciendo un ritmo lento y profundo. Me eché un poco hacia atrás colocando mis manos sobre sus muslos para poder mover mis caderas como quería.

El rostro de Minho me encantaba, esos ojos me miraban como si en cualquier momento me fueran a devorar de la mejor manera y me encantaba.

Extrañaba su mirada llena de amor y deseo por mi, como si yo fuera lo único que necesita para vivir.

Los jadeos de Minho me confirmaban que lo estaba haciendo bien y ver como se estaba controlando también.

—¿Extrañaste esto? Estar dentro de mí —mi voz se cortó cuando Minho alzó su cadera con fuerza —Que dejara tu piel marcada mientras te entierras en mí.

—Maldición Han —dijo Minho en un jadeo ronco cuando clavé mis uñas en sus pectorales y lo aruñé.

—Extrañabas ese dolor que te causan mis uñas en tu piel…

—Extrañe todo de ti —me interrumpió tomándome con fuerza de mi cadera. Sonreí porque sabía que ya no podía contenerse más —Y una de esas cosas era esta.

Y salió de mí para entrar con fuerza nuevamente dejándome en las nubes, tuve que poner mis manos sobre su pecho rápidamente para no caer.

—Gatito ágil.

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