𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 37

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Me quedé allí, paralizado, mientras las palabras de Minho resonaban en mi cabeza. Un torbellino de emociones me embargó: incredulidad, ira, tristeza. Todas ellas se mezclaban en un caos que amenazaba con consumirme.

—¿Conociste a mi abuela? —repetí, las palabras apenas lograban salir de mi boca. Minho asintió, pero no podía levantar la mirada para encontrarse con la mía.

—Sí, Han —admitió en un murmullo apenas audible—. Siempre me hablaba de ti, de lo orgullosa que estaba y de lo mucho que te extrañaba luego de que tu madre te alejó de ella. Me pidió que te buscara, que te ayudara.

Sentí un nudo en la garganta, las lágrimas amenazaban con desbordarse. Ella había planeado todo, había dejado todo para mí. Y Minho... Minho había estado cumpliendo su promesa.

—Cuando murió me dejó todo lo que tenía pero para que te lo entregara cuando te encontrara.

—¿Por qué? —pregunté, tratando de mantener la compostura.

—No lo sé, Han —respondió Minho, su voz temblaba—. Solo sé que me pidió que te protegiera, que te cuidara.

La ira comenzó a hervir en mi interior. Minho sabía todo este tiempo. Sabía de mi sufrimiento, de mis luchas, y nunca dijo nada.

—¿Y qué hay de mi madre? —pregunté, la ira se hacía cada vez más evidente en mi voz.

—La encontré, Han —admitió Minho—. Pero tenía prohibido acercarse a ti. No quería que te hiciera más daño.

Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. Mi madre... Ella estaba viva. Y Minho lo sabía.

—¿Por qué, Minho? —pregunté, las lágrimas finalmente desbordándose—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué me mantuviste en la oscuridad? Verla o no verla es una decisión que me corresponde a mí, no a ti.

—Lo siento, Han —dijo Minho, sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Lo siento mucho.

—Todas las noches en las que me consolabas y mentías diciéndome que ibas a buscar a mi mamá, ¡Me juraste que ibas a encontrarla! —le reclamé —¡¿Te reías de mi cuando lloraba por mamá?! ¿Te burlabas de mi en silencio?

—¿Como puedes siquiera pensar eso?

—Porque eso es lo que me estas dando a entender.

Y con eso, Minho se levantó y salió de la habitación, dejándome solo con mis pensamientos y mi dolor. El silencio era ensordecedor, solo interrumpido por el sonido de mis sollozos.

Me quedé allí, en la cama, luchando por procesar todo. La verdad era demasiado para asimilar. Minho, el hombre al que amaba, me había ocultado algo tan grande. ¿Cómo podía confiar en él después de esto? ¿Cómo podíamos seguir adelante?

Pero, a pesar de todo, una parte de mí entendía. Entendía el miedo de Minho, su deseo de protegerme. Pero eso no cambiaba el hecho de que me había ocultado la verdad. Y eso era algo que iba a tomar tiempo para perdonar.

No cambiaba el hecho de que él pudo evitarme tanto dolor y no lo hizo, prefirió tenerme engañado.

Y entonces la idea mas desgarradora pasó por mi cabeza.

Bajé las escaleras con el corazón hecho pedazos. Mis lágrimas caían sin control, empapando mi rostro y borrando la vista. La imagen de Minho ocultándome la verdad durante tanto tiempo me consumía. La imagen de Minho engañandome todo este tiempo con que me amaba.

Al llegar a la sala, lo vi sentado en el sofá, con la mirada perdida en el vacío. Me acerqué a él, tambaleándome por la ira y el dolor.

—¿Nunca me amaste cierto? Solo te aprovechaste de mi para que no descubriera tu secreto. ¡¿Solo fingiste amarme?! ¡¿Nunca me amaste?! ¡Solo te aprovechaste de mí! —grité acercándome a él y cuando se levantó del sofá comencé a golpear su pecho sin control.

Salvándote Donde viven las historias. Descúbrelo ahora