𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 16

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—¿Qué sucedió? —me preguntó Minho.

—¿Con qué? —lo miré confundido. Minho pasó una de sus piernas sobre las mías acorralandome.

—Contigo. Estás aquí en mi cama pegado como un chicle, ya no tan nervioso, dijiste una mala palabra, estás actuando naturalmente —me explicó —¿Te sientes más cómodo conmigo?

—Creo que sí.

—¿Sabés qué es lo que pienso yo?

—¿Qué?

—Que te está gustando mucho lo que hacemos. Te estoy convirtiendo en mí —me respondió Minho y luego rió un poco. —Un poco de mi oscuridad está haciendo presencia en tí. ¿Tengo razón?

—Yo soy muy ingenuo, quiero dejar de serlo aunque confiar en tí no me hace dejar de ser uno.

—No digas eso. Necesitamos más personas como tú en este mundo, no intentes cambiar.

—Pero seguir siendo así me hace salir lastimado siempre —acoté yo y luego suspiré fijando mi mirada en el techo de la habitación.

—Todos somos lastimados, ser o no ser no nos protege de que nos lastimen.

—Puede que tengas razón... Por primera vez en mi vida me estoy permitiendo hacer algo que quiero, esa es otra razón por la que estoy aquí —admití. —Quiero que me enseñes.

—Amaría hacer eso pero-

—¿Pero qué? ¿No quieres? —lo interrumpí.

—Soy celoso. Me moriría si haces lo que te enseñaré con alguien más.

¿Alguien más? No hay nadie más.

—No hay nadie más —le dije moviendo mi cabeza para mirarlo. Estábamos tan cerca que la punta de nuestras narices se tocaban.

—Puede que ahora no pero en el futuro puede que sí.

—¿Eres celoso? ¿También lo eres con esos chicos? —le pregunté.

—¿Con mis muñecos? —yo asentí con la cabeza —Nah, para nada. Ellos son solo muñecos para mí y yo para ellos.

—¿Y yo qué soy para tí? —pregunté pero la respuesta que conseguí fueron los labios de Minho sobre los míos moviéndose con rapidez.

Minho quitó la pierna que tenía sobre mí y mientras se sentaba en la cama me sentó a horcajadas sobre él.

—No me has respondido —hablé con mis ojos cerrados con fuerza mientras Minho me chupaba un pezón.

Tuve que sujetarme de sus hombros para no caerme hacia atrás.

—No tengo una respuesta aún.

—Auch —me quejé cuando Minho me dió un mordisco en mi clavícula. —Yo... ¡Ah! Mi- Minho va- vas muy rápido.

Le dije cuando comenzó a masturbarnos al mismo tiempo con una de sus manos.

Cada vez me sorprendía más la diferencia de tamaños que existía entre nuestros miembros.
Sin querer clavé mis uñas en su espalda y Minho hizo una clase de gruñido.

—Quiero se- ser uno de tus mu- muñecos —le dije y luego lo besé o por lo menos lo intenté.

El beso no duró mucho, en realidad no duró nada porque yo no podía dejar de gemir por el movimiento de su mano sobre nuestros penes.

—¡Ah! ¡Minho! —grité cuando ya no pude contenerme más y me "corrí" como dice Minho.

Rodeé su cuello con mis brazos y lo abracé con fuerza, sentía que iba a desfallecer. Minho no detuvo su mano en ningún momento y tampoco la quitó.

Salvándote Donde viven las historias. Descúbrelo ahora