Hoy se cumple un mes desde que me mudé a vivir con Minho. Aunque el tiempo ha pasado, no puedo evitar sentirme todavía como un extraño en este lugar. Durante estas semanas, no hemos abordado el tema del cuarto que descubrí en una de las noches, ese cuarto lleno de objetos que tienen que ver con el sadomasoquismo.
La semana pasada al fin tomé el valor de ir a esa clínica. Minho me acompañó por supuesto.
—La señora solo recibió un control médico aquí el cual fué pagado ese mismo día. Ella no ha regresado y puedo asegurarte que por lo menos en esta clínica ella no ha sido operada ni siquiera en una ocasión.
Esas fueron las palabras de la recepcionista. Solo con verme a los ojos ella descifró lo que estaba pasando y me ayudó a conseguir el número de mamá.
Esta revelación fue como un balde de agua fría. Mi madre me ha estado mintiendo todo este tiempo. Las supuestas operaciones costosas y las deudas de la clínica nunca existieron. Todo era una mentira cuidadosamente orquestada para obtener dinero de mí.
Este descubrimiento ha dejado una huella profunda en mi. Siento que todos me mienten y me tratan como a un perro callejero. He intentado comunicarme con mi madre varias veces, pero no recibo respuesta alguna. Estoy seguro de que ya sabe que la he descubierto.
En medio de este torbellino de emociones, Minho intenta animarme cada vez que coincidimos pero yo simplemente lo ignoro. He decidido marcar límites con Minho, poniendo un alto a los besos y caricias. No quiero repetir errores del pasado y por eso, he decidido crear una distancia con él que considero necesaria.
No le permitiré a más nadie que me pase por encima. Ya es tiempo de que aprenda a no ser un estúpido. Si cargo con mis errores del pasado entonces aprenderé de ellos.
Si a mi mamá nunca le ha dolido hacerme daño a Minho tampoco le dolerá, a nadie le dolerá.
Aún estoy lidiando con la idea de que Minho me haya rescatado y ayudado sin pedir nada a cambio. Me pregunto constantemente por qué estoy en esta casa, por qué estoy en este mundo si no tengo un papel importante. No tengo a nadie, solo a mi madre, que me ha mentido todos estos años para conseguir dinero de mí. Si no fuera por Minho, nunca habría descubierto lo que mi madre estaba haciendo.
Estoy sumido en un pozo de tristeza y no sé por qué sigo viviendo. Pero, a pesar de todo, sigo adelante, intentando entender cuál es mi lugar en el mundo y las razones detrás de las acciones de las personas que han formado parte de mi vida.
Ya no tiene caso preguntarme el por qué todos me utilizan como una mierda, está claro que el problema, que la razón soy yo y nadie más que yo.
Me gustaría saber exactamente cuáles son las cosas que están mal en mí y deshacerme de ellas. Es una necesidad deshacerme de ellas porque me están lastimando.
He aprendido a moverme solo, ya conozco más o menos está zona y ya no necesito que Minho me lleve a todos lados.
He salido a buscar empleo pero con mi currículum tan pobre está de más decir que nadie me ha contratado. No quiero seguir “Trabajando” para Minho, nisiquiera es un trabajo real.
Estoy esperando el momento en el que Minho me saque en cara todo lo que ha hecho por mí, nadie es tan bueno en este mundo.
—¿Qué estás cocinando? —me preguntó el rubio parado en el umbral de la cocina. Su voz era animada.
—Comida Minho —le respondí serio.
Yo le pedí sinceridad una vez y no lo fué, ¿Cómo puedo confiar en él? Sí ha hecho demasiado por mí pero de igual forma no puedo recibirlo con los brazos abiertos.
Es como tirarme al vacío sin paracaídas.
Minho suspiró y caminó al refrigerador —Estamos de mal humor hoy —dijo ya con su voz normal. —Hoy y todos los días al parecer.
No respondí, solo seguí con lo mío.
Estaba muy estresado, todo me estaba saliendo mal.
Esta tarde estaba escaneando un pila enorme de documentos, me puse feliz porque ya había terminado ese trabajo que me encomendó Minho y cuando voy a ver resulta que todo lo que había escaneado no estaba. No sé si se borró o creí que lo había escaneado y en realidad no, la cosa era que casi me mato.
Y mejor no cuento todo lo demás porque me estreso más.
Minho se quedó parado a mi lado con la espalda recostada en el mesón mientras bebía una lata de refresco.
—Se ve delicioso, ¿Ya le echaste sal? —me preguntó y se me encendió una lucesita en la cabeza.
Había olvidado la sal, menos mal que me recordó.
Bajé un poco el fuego para que la carne no se quemara mientras buscaba el frasco de sal.
Me moví nervioso frente a Minho a quién no le quitaba la fastidiosa maña de mirarme casi sin pestañear.
Ya con el frasco de cristal en mis manos regresé frente a la cocina para echarle sal a la carne.
—¿Te ayudo a abrirlo? —me preguntó Minho cuando me vió luchando por abrir el frasco.
No recuerdo haberlo cerrado con fuerza.
—Yo puedo so- ¡Por la mierda!
—¿Estás bien? ¿Te cortaste?
Miré el desastre que había hecho.
Sal en todos lados, el frasco de cristal roto, la carne también con cristales…
Minho me tomó de la cintura y me alejó de los cristales rotos.
—¿Estás bien? —volvió a preguntarme mientras revisaba que no tuviera ninguna cortada.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, todo me salía mal, todo lo hacía mal. —No, no estoy bien —le respondí y me fuí corriendo en medio de lágrimas a mi habitación.
En medio de la oscura y solitaria habitación me sentí como aquella noche en ese puente con la intención de saltar.
Me siento ahogado, frustrado, enojado, agitado…
Minho me dijo esa noche que si no podía ayudarme me dejaría ir y hacer lo que yo quisiera. Creo que al final nadie puede ayudarme.
Pegué un brinco cuando escuché golpes en la puerta.
—Han, abre la puerta. Hablemos ¿Si? —era Minho.
¿De qué vamos a hablar? ¿De lo inservible que soy?
No quie- ¿Ese sonido es mi celular? ¿Me estará llamando mamá? ¡Mamá!
Saqué rápido el celular de mi bolsillo pero otra vez quedé como estúpido, no era mamá, yo nisiquiera debería esperar una llamada de ella después de lo que me hizo… Pero soy un estúpido.
Número desconocido… ¿Quién podrá ser?
—Hola Han precioso, ¿Mucho tiempo sin hablar no crees?
—Tú… —murmuré anonadado.
—Si, yo. He visto en tus redes sociales que últimamente la vida te ha tratado bien, ¿Por qué no nos vemos? Prometo responder todo lo que no respondí en ese entonces —habló ese malnacido por el otro lado de la línea.
—¿Por qué ahora? ¡¿Por qué apareces ahora?! —le grité y tiré el celular lejos.
Él no porfavor, él no.
—¡Han! ¡Ábreme la puerta o lo haré yo! —seguía Minho gritando fuera de mi habitación.
Ya déjenme todos en paz. Solo denme paz.
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Salvándote
Roman pour AdolescentsUn chico joven llamado Han Jisung ha estado hasta el cuello de deudas desde que es adolescente. Una noche queda despedido del único trabajo en el que fué aceptado. No tiene a dónde ir, no tiene dinero ni donde caerse muerto. Decide ir al río Han y...