Mayo, 2022
Dejé la mochila en la cabina superior del avión y me senté en el asiento junto a la ventana. Hacía unos días que nos habíamos despedido de Granada y de Sierra Nevada. Las escenas de la montaña habían acabado y ahora nos íbamos a Uruguay desde Madrid, primero para rodar el final, cuando los supervivientes llegan a casa y los trasladan al hospital.
—Voy a dormir todo el viaje —dijo Mati, dejando también una mochila—. Estoy hecho mierda, loco.
—¿Che, alguno tira unos naipes? —preguntó Pipe, pasando a los asientos de atrás, dándole unas palmadas a Matías en la espalda
—Andá a cagar, boludo.
Me reí, conectando los cascos al teléfono. Puse una playlist de Taylor Swift. A veces una chica tiene que hacer lo que tiene que hacer.
—¿Qué estás escuchando? —me preguntó Juani, sentándose a mi lado.
—Taylor —dije.
—Yo quiero.
Se puso el cinturón, me quitó uno de los auriculares para ponérselo él y se recostó contra mi hombro.
Vi aparecer a Enzo por el pasillo del avión. Miró a Juani sentado a mi lado. Me había dicho para sentarnos juntos la noche anterior. Murmuré un lo siento, a lo que él sonrió y negó con la cabeza, avanzando para encontrar otro sitio.
Juani se durmió nada más despegar y yo le seguí poco después. Cuando me desperté, mi cabeza estaba apoyada contra un hombro cubierto por una camiseta de algodón negro y manga corta. Bostecé y me agarré al brazo de Enzo.
—¿Cuándo te has cambiado?
—Hace como media hora.
—¿Cuánto queda todavía?
—¿Ocho horas? —dijo, no muy seguro. Se miró el reloj en la muñeca izquierda—. Más o menos.
—¿Cómo has conseguido que Juani te cambie el sitio?
—Estás re preguntadora hoy —dijo, y noté la sonrisa en su voz.
—¿Qué has hecho? —sonreí y me incorporé para mirarle.
Tenía el cabello despeinado y algo alborotado y se había puesto unas gafas de aviador negro. Tenía el palo de un chupachup entre los dientes, mientras sonreía.
—Nada.
—¿Por qué no te creo?
Me estiré en el asiento y busqué a Juani por el avión. Estaba varias filas por detrás, durmiendo contra el hombro de Esteban. Como si notase mi mirada, Estaban dejó de hablar con Della Corte, sentado en la otra fila, y me observó. Sonrió y me guiñó el ojo.
—Ya estamos —murmuré, rodando los ojos y sentándome bien otra vez.
—¿Qué? —preguntó Enzo.
—Nada —negué.
Esteban estaba muy pesadito últimamente con Enzo y conmigo. No paraba de preguntarme que si qué tal os va, que si cómo está Enzo, que si Enzo siempre se preocupa mucho por vos, que si aún tenés el anillo que te regaló, que si os he visto ir de la mano a maquillaje y peluquería... Pesado. Muy pesado.
—¿Sabes lo que es la amistad, Esteban? —le solía preguntar yo, irónica.
—Lo que vos y yo tenemos. ¿Enzo y vos? Es distinto.
Todo el día me estaba dando la brasa con el tema.
—¿Vas a estar en casa los días que estemos en Montevideo? —le pregunté.
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hielo y sal | enzo vogrincic
FanfictionCuando su mejor amiga le pasa a Domaris un minúsculo extracto de guion para una película en plena cuarentena, la joven de veintidós años no puede evitar pensar, "menuda tontería". Cuando Domaris lee esos cinco párrafos de diálogo con los que siente...