30 | Aprecio.

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Días después, un fin de semana.

Jeongin no había salido de casa en esos días, ni siquiera salía de su habitación si no era para comer o utilizar la mesa para sus deberes.

Claro que a sus padres no les molestaba, sólo les extrañaba.

—¿Ni siquiera vas a pedirnos que te dejemos salir? ¿Ni con tu mejor amigo?— preguntó la madre al ver que su hijo ya estaba dirigiéndose a su habitación de nuevo.

—No, la verdad es que hoy tengo pereza. ¿Me iban a dar permiso?

—Pues... Puede ser, ya que no te estás portando nada mal.

Jeongin les mostró una sonrisa.— Bien, gracias, pero no. Estoy bien. ¡Tal vez mañana!

Muy alegre, corrió para subir las escaleras.

—¡Deja de correr así, puedes caerte algún día!

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Pasaban las horas, y ya sus padres se habían ido a dormir. Aunque no había que madrugar al día siguiente, decidieron acostarse temprano, ya que estaban cansados.

Eran más de las doce, eso lo tenía por seguro. Aunque Jeongin intentaba dormir y daba vueltas en su cama, no podía dormir. Era de esos días que aunque intentaba, no conciliaba el sueño.

Pronto, justo antes de que Jeongin tomara su teléfono para distraerse mientras tanto, un ruido se oyó cerca de su ventana.

Con una sonrisa en su rostro, se acercó rápidamente y abrió la ventana; era Seungmin. Estaba montado en la escalera que había justo en el jardín, y hacía un leve esfuerzo para sostenerse. Le dió una mano para ayudarlo a entrar por allí.

—Por Dios, ¿nadie te vió?— musitó, ahora viéndolo parado frente a él.

—No, no lo creo...— Seungmin relajó su mirada, ahora mostrando una sonrisa— Ya te extrañaba, lindo— habló de nuevo, ahora rodeando el cuerpo del menor con sus brazos para así poder acercarlo y besarlo en los labios.

Jeongin le correspondió, y lentamente, sus manos subieron hasta el cabello del castaño, del cual, estaba empujando más hacía él.

Dió un gran respiro en cuanto se apartó.— ¿Y tus padres? ¿Duermen?

—Eso creo— respondió con cierto picardía en su tono, lo mismo mostraba su sonrisita— Estaban cansados, por lo que se acostaron a dormir desde temprano... Tal vez alcanzas a escuchar los ronquidos de mi papá si bajas.

—Entonces, ¿podemos hacer cualquier cosa y ellos no se enterarán?— colocó sus dedos en el mentón del chico, subiéndolo un poco.

—Sabes lo escandaloso que soy— murmuró, retrocediendo unos pasos. Dió contra el pie de su cama.

—Tranquilo, no te estoy diciendo que hagamos algo más. Podemos hablar... ¿Qué has hecho estos días?

—Nada, es aburrido si no estás.— subió ambas manos hacia los hombros del chico, jugueteando con sus dedos el cuello del mayor— Y... No estoy negándome a que hagamos algo, sólo estoy avisándote.

—Mmh— soltó, inclinándose más hacia él. Ahora, su nariz rozaba con el cuello del pelinegro.— La verdad es que tampoco me pasa nada interesante, creo que me falta un toque divertido.

—Huh, ¿cuál era tu toque divertido cuando pasabas los días en esta casa?

—Estar contigo, obviamente. Además de cuando intentaba corregirte el comportamiento... La pasamos bien juntos, ¿no?

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