7. paz

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Sierra Nevada era preciosa.

Lástima que a Magnolia no le guste el frío.

— Me muero.
— No te mueras.
— Muy tarde, ya lo estoy haciendo.

Enzo puso los ojos en blanco divertido, para luego pasar un brazo por los hombros de la chica.

— Ya, ya te vas a acostumbrar.— dijo mientras movía sus manos para generar fricción y por lo tanto calor.

Ella sonrió y agradeció el reconfortante abrazo de Enzo. Habían pasado semanas así, coqueteos, contacto físico, pero nada concreto.

Hasta ese día.

Ambos aprovechaban que había un tiempo muerto en las grabaciones de exterior para poder hablar, apartados del resto.

— Me encanta como te ponés con el frío.— le dijo él, mirándola
— ¿De mal humor?— cuestionó irónica
— No, me refiero que aunque te ponés de mal humor, tu nariz se pone rojita, así como tus mejillas y tus ojos brillan aún más.— dijo mientras miraba embobado— Te ves más linda de lo que ya sos.

Ella no sabía que responder.

Toda su vida había pensado que con suerte era una chica común y corriente. Flaca, que lamentablemente era lo único que su madre creía que había bueno en ella, pero de pelo y ojos oscuros, lo que en la familia Walker se traducía en ser uno del montón.

Se lo dijeron tantas veces, que a los 10 años quiso teñirse el pelo rubio para parecerse a sus padres, cuando lo hizo sin que nadie se diera cuenta se llevó el peor castigo de su vida.

En fin, toda esta anécdota vino a su cabeza en cuanto Enzo le dijo eso, pues, él veía belleza en rasgos que ella consideraba aburridos.

— Estás asustándote, no te preocupes, no lo dije con ninguna intención...— Enzo no pudo terminar

Lía era impulsiva, y eso lo sabía bien. Aún así se sorprendió a ella misma cuando le dio un beso al chico.

El mayor no dudó en abrazar la cintura de la chica y acercarla más a él, disfrutando de aquel beso todo lo que pudo.

En cuanto un poco de razón entró a su cabeza, la chica se separó.

— Eh... yo.
— Lía, te estás asustando de nuevo.
— No, no, no, yo solo... necesito...

De pronto se escuchó la fuerte voz de Bayona.

— Lía, te necesito aquí para que arregles el maquillaje de Agustín.

Gracias por tanto, Jota, pensó.

Se fue corriendo del lugar, no queriendo enfrentarse a las consecuencias de su estúpida acción.

Apenas llegó al lugar arregló el maquillaje de Agustín que por alguna razón, quizá por la nieve, se había arruinado un poco.

Verlo de cerca a tan pocos segundos de haber besado a Enzo hizo que su cabeza diera aún más vueltas.

— ¿Estás bien, Lía?

¿Cómo le decía al chico que básicamente la había rechazado que estaba confundida con sus sentimientos hacia él y hacia Enzo?

— Sí, todo bien.— murmuró

El rubio sabía que algo había pasado, pero no le quiso preguntar, se le estaba haciendo costumbre dejar a Lía resolver sus propios problemas, pero realmente no la quería incomodar, y menos en el trabajo.

Horas más tarde la chica apareció, acompañada de Paula, en el cuarto que compartían Juani, Blas y Fran.

Necesitaba contarle la situación a todos sus amigos y pedirles consejos.

el tesoro || agustín pardellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora