10. unidos

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— ¡Me matan!, ¡ustedes de verdad me están matando!

Magnolia puso los ojos en blanco.

— No es para tanto, Juani.
— Sí que es, ¿cómo es eso de que se dicen que se gustan, se besan y no concretan?

Juani se removió en la cama en la que estaba echado con Lía y Paula.

— Bueno, Juani, ya...— dijo Paula— Dejemos a los boludos ser boludos.
— Menos mal que eres mi amiga.— dijo Lía
— Lo soy, che.— respondió la mayor— Pero también vos, ¿cómo es que el tipo te dice que le gustas, te da flor de beso, te dice que sos perfecta y ninguno de los dos ha vuelto a hablar del tema?

La chilena alzó los hombros en gesto de decir que no sabía.

— Sinceramente, creo que no quiere nada serio, solo quería explicarme porque se puso así de raro conmigo.— explicó Magnolia.
— Dale, Lía, sabés que no es así.— dijo Juani.
— Tu no me hagas hablar, Juan Ignacio Caruso, ¿hace cuantos días mas o menos que estás ignorando el hecho de que estás sintiendo cosas reales por Santi?— cuestionó la chica.

El chico miró a su amiga con la boca abierta, sorprendido.

— No digás pelotudeces, Lía...
— Ninguna pelotudes, Juani, hasta yo me doy cuenta.— dijo Paula.
— ¿Y vos con Della?, ¿eh?
— Bueno, basta chicos.— Se metió Lía— Dejemos de acusarnos entre nosotros.

Los amigos se miraron y asintieron.

— Está bien, pero lo que no está bien es que estés ansiosa por esta situación y no hagas nada por resolverlo.— dijo Paula

Magnolia suspiró.

— Pero ya fui a encararlo una vez.
— Y el lo hizo ahora.
— Pau tiene razón, me parece que va siendo tu turno.

La chica sabía que sus amigos tenían razón, mas volver a ponerse en el lugar de encarar a Agustín la ponía nerviosa.

A la noche salió afuera a fumar, a pesar del horrible frío que hacía.

— ¿No te estás congelando vos?

Sabía bien a quien pertenecía la voz a sus espaldas.

— El pucho lo vale, Enzo.

El nombrado se sentó en el mismo banco en el que estaba ella, con una distancia razonable.

— ¿Dame uno?

Ella asintió y le pasó un cigarrillo, que él prendió de inmediato.

— Perdóname por no haberte hablado mucho estos días.— dijo ella
— No tengo nada que perdonar, Lía, ya sabía que vos tenías muchas cosas en la cabeza antes que lo que sea que pasó con mosotros.

El chico no se lo decía con reproche, es más, tenía un tono comprensivo que lograba calmar a Lía.

— Han pasado cosas con Agustín.
— Me lo imaginaba por cómo está él.

Ella lo miró, quiso preguntarle cómo es que estaba, pero prefirió no hacerlo. Tenía algo que aclarar primero.

— ¿Sabes una cosa?— preguntó ella— Es increíble lo impresionante tipo que eres.

El le dedicó una sonrisa.

— Ojalá fueras tú del que me estoy enamorando, porque así no estaría tan confundida.

Enzo asintió.

— ¿Te estás enamorando?
— Eso creo.
— ¿Lo sabe Agus?
— Sabe que me gusta, y yo se que le gusto a él.

La mirada de Enzo era una penetrante, al mismo tiempo que confundida.

— ¿Por qué no han concretado nada?
— No sé, no hemos vuelto a hablar del tema.
— Escuchame una cosa.— dijo él— Agus está ahora solo en la pieza, Mati se fue a la pieza de Della a hacer quien sabe qué. Aprovechá ahora y hablá con él, para que dejes de estar tan confundida.

Magnolia escuchó las instrucciones de Enzo y sonrió. Era un muy buen amigo.

— Perdón por todo el beso y el coqueteo.
— No te preocupes, yo lo entiendo.— dijo Enzo— Además yo quiero ser tu amigo, nada más, andá y por favor concreta con Agus para que deje estar deprimido.

Ella rió, le dio un beso en la mejilla al chico y se dirigió al cuarto.

Enzo quedó allí afuera, pensando en que por suerte no estaba enamorado de ella y solo se sentía atraído. Porque si ya dolía así que ella se fuera con Agustín, no quería ni imaginar lo que sería si estuviese enamorado.

Por otro lado, Agustín se encontraba en su pieza, recién bañado, envuelto en una toalla y preguntándose qué hacer con la situación de Magnolia.

Había pasado tanto rato pensando sentado en la esquina de la cama, que el piso alfombrado ya tenía un pequeño charco a causa de las gotas de agua que caían del pelo del chico.

Justo cuando Agustín estaba a punto de levantarse para buscar algo de ropa y vestirse, escuchó un suave golpe en la puerta. Frunció el ceño, preguntándose quién podía ser a esa hora de la noche.

— ¿Quién es? —preguntó, levantándose y envolviéndose mejor en la toalla.

— Soy yo, Lía —respondió la voz de la chica al otro lado de la puerta.

Agustín sintió un cosquilleo en el estómago al escuchar su nombre. No esperaba ver a Lía en su puerta esa noche.

— ¿Puedo pasar?

El chico le abrió, olvidando que solo había una toalla envolviéndolo.

Lía se quedó congelada en cuanto lo vio.

— Ah... ah...—

Agustín rió un poco.

— Ahora sos vos la que tiene que dejar de mirarme así.
— Perdón.
— No te preocupes, no es como que me moleste.

La chica se sonrojó.

— Bancame un segundo que me visto en el baño y salgo.

Ella asintió y pasó al cuarto, sentándose en la cama donde antes estaba él, esperando a que salga.

— Dale, te espero.

Unos minutos más tarde, salió él en pijama.

— Bueno, decime.

Se sentó al lado de la chica y esperó a que hablara.

— Hemos estado mucho sin hablar de lo que pasó.— dijo finalmente — Y creo que se nos está haciendo costumbre, no está bueno eso.

El asintió.

— Lo sé, y yo sé que quizá no es lo que quieres, pero...— dijo, tratando de pensar bien sus palabras— Yo quiero todo con vos, Magnolia.

Ella sonrió.

— Yo también, ¿porque pensarías que no lo quiero?.
— No lo sé, como no me dijiste nada al día siguiente.
— Tú tampoco.— recriminó ella.

Ambos soltaron una risa.

— Mejor dejemos de echarnos la culpa.— dijo Lía— dame un beso.
— Los que quieras.

El hombre la empezó a besar, profundamente, poniendo sus manos en las caderas de ella, aparentándolas un poco en el proceso, sacando un jadeo de ella.

— Me vas a matar, Lía.— dijo él— Sos hermosa.
— Vos sos hermoso.— respondió, imitando el acento del chico.

Aquello le provocó una risa.

Y esa noche, Lía no volvió a su pieza, tampoco lo hicieron Matías o Enzo a la suya.

Porque esa noche, la pasaron los dos juntos, unidos.

Por fin.

el tesoro || agustín pardellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora