13. mala espina

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Desde que tenía consciencia a Magnolia se le había hecho complicado hacer amigos.

Cuando estaba en el colegio todos sus compañeros eran terriblemente insoportables, "cuicos", como se les dice en chile a los ricachones que tienen tanta plata como para creerse el centro del mundo.

En ese mundo Lía siempre fue una marginada. Nunca comulgó con la idea de ser mejor que otra persona solo por tener más dinero, por lo que nunca le cayó bien a sus compañeros.

Por ello, la mayor parte de su vida fue solitaria, muy solitaria.

Cuando encontró a Pau, no podía creer lo parecidas que eran. Tenían el mismo humor, los mismos intereses. Nunca había sentido esa clase de cariño y amistad.

Por eso le dolía mucho que después de unos meses - la escena del alud había tardado más de lo pensado-, Paula se fuera y Magnolia se tuviera que quedar aún hasta el final del rodaje.

— ¿Qué voy a hacer sin ti?
— Y, no sé, tendrás que pedirle consejos a Juani.

El nombrado negó.

— No soy bueno con eso yo.

Paula se rió y abrazó a ambos.

— Todo va a estar bien, vos ya estás de novia con Agus, y por lo que veo así se quedará por mucho tiempo.— le dijo a Lía— Y vos, Juani... porfa dile de una vez a Santi que te gusta.

Magnolia se rió ante la cara de ofensa de su amigo.

— Eso no es verdad, solo estamos pasando un buen rato.

Las amigas se miraron entre sí con cara de no creerle nada.

— Este trabajo si lo tendrás que terminar por mi.— dijo Pau
— Está complicado, pero lo intentaré.

Esa noche les habían dado permiso para salir a la ciudad, por lo que todos decidieron ir a un bar a despedir a los compañeros que se iban.

Después de unos tragos y algunos miembros del elenco en estado de ebriedad, los más conscientes del grupo decidieron que era momento de volver al hotel.

El grupo era grande, e iban por las calles de Granada, hablando, cantando y gritando.

Lía tomaba la mano de Agustín de manera firme mientras reía con sus amigos.

De pronto al voltear en una esquina, Magnolia cambio completamente su actitud, al ver a una pareja de personas mayores.

— ¿Lía?— cuestionó Agus.

Todos callaron al ver cómo Lía se había quedado inmóvil ante la mirada atenta- y también perpleja- de la pareja.

— Magnolia...— dijo el señor.
— Hola papá, hola mamá.

Sus amigos se miraban entre ellos, ¿que hacían en Granada los padres de Lía?

Agustín sostuvo con más firmeza la mano de su novia, en un intento de transmitirle tranquilidad.

— ¿Qué hacen acá?
— Vinimos a tomarnos unas vacaciones, ya sabes que hace mucho tiempo no lo hacemos.

La chica asintió, aún anonadada.

— Lo que me sorprende es verte a ti aquí, pensábamos que estabas en Madrid.— dijo su madre.
— Sí, bueno, estoy trabajando aquí por un tiempo.

La tensión del ambiente hizo a Lía entrar un poco en razón y decirle a sus amigos que se adelantaran al hotel, que ella iría después. Todos le hicieron caso, menos Agustín que se quedó a su lado, algo que ella agradeció internamente.

— Hace cuatro años que casi no sabemos de ti, es bueno verte, hija.— dijo su padre.
— Bueno, ya saben, la universidad me tuvo ocupada.— mintió.

La verdad es que tanto ella como sus padres sabían que el haberse ido a España fue un alivio, ellos dejarían de tener una niña que les llevaba la contraria en todo y Lía dejaría de fingir ser la hija perfecta del matrimonio más poderoso de Chile.

— ¿Y usted es...?— cuestionó la mamá de Lía, viendo las manos entrelazadas.

Agustín extendió su otra mano y se presentó.

— Agustín, el novio de Magnolia, un gusto.
— ¿A que te dedicas joven?
— ¡Papá!— reclamó Lía

El hombre no le hizo caso y esperó la respuesta del rubio.

— Soy actor señor.

La cara de disgusto de su padre no pasaba desapercibida, mas no hizo un comentario al respecto.

— Bueno, aprovechando que estamos en la misma ciudad, ¿por qué no desayunamos mañana, hija?— preguntó la madre.

Lía estaba a punto de decir que no podía, que tenía trabajo desde temprano, pero, muy en el fondo siempre quería que sus padres le prestaran aunque sea un poco de atención. Y aún siendo terribles personas, eran sus padres, la única "familia" que tenía en el mundo.

— Está bien, voy a excusarme del trabajo.

Así, después de quedar en una hora y un restaurante, ambas parejas siguieron su camino.

— ¿Por qué les dijiste que sí?— cuestionó Agustín
— Porque son mis padres.
— Pensé que los odiabas.
— Nunca dije eso, solo que no fueron buenos padres.
— Lía, ni siquiera fueron padres, casi no te criaron.

Magnolia se detuvo un momento y miró al rubio con claro enojo.

— ¿Qué quieres?, ¿que te diga que tienes razón y que no les hablaré nunca más en mi vida?— cuestionó — Son mis padres y por primera vez en mi vida han mostrado un poco de interés en saber cómo estoy.

Agustín se dio cuenta de que estaba siendo un idiota.

— Tenés razón, perdóname.— dijo él y la abrazó — Es solo que no me gusta saber que te hicieron mal tantas veces.
— Lo sé.— dijo ella— Y tampoco me gustó como te miró mi padre cuando dijiste que eras actor, perdón por eso.
— No te tenés que disculpar.

Ambos se separaron un momento y se rieron.

— ¿Cómo es que te dejaron estudiar cine?
— No lo hicieron, pensaron que estudiaría Economía.— confesó ella— me descubrieron un año después, hubo una pelea horrible en la que finalmente se rindieron y me dijeron que si quería desperdiciar mi vida, que lo hiciera.

Siguieron caminando y llegaron al hotel.

Lía fue a su habitación y Agustín a la suya.

Pero el no podía dejar de sentir algo extraño. Una mala espina respecto a los padres de Lía.

Quizá estaba siendo paranoico y los señores se dieron cuenta que se habían equivocado. O de verdad quería prestarle más atención a su hija.

Pero él, que no estaba cegado por el vínculo, no podía pasar por alto las cosas que Lía le había contado respecto a ellos.

Se durmió dándole vueltas al asunto, sin encontrar una solución que lo dejara completamente tranquilo.

La única conclusión a la que llegó es que debía dejar a Lía manejar el tema, pues finalmente, era su vida.

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chan chan chan

¿y ustedes?, ¿les creen a los papás de magnolia?

el tesoro || agustín pardellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora