19. último pucho

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Si a Lía le preguntaran su mayor miedo, la respuesta sería quedarse sola. Había pasado la mayor parte de su vida con la sensación de estar desamparada en el mundo, por lo que la idea de volver a sentirse de esa forma la aterraba.

Sin embargo, ahí se encontraba, en la terraza de aquel hotel, fumando un cigarro, con una sensación de soledad tan inquietante que sentía que en cualquier minuto podría echarse a llorar.

Había pasado tanto tiempo solo mirando el paisaje que el cigarro era prácticamente solo ceniza.

— Te vas a quemar la mano.

Esa voz la hizo volver a la realidad y darse cuenta que, efectivamente, debía apagar el cigarro antes de quemarse los dedos.

— Pensé que no me hablarías nunca más.

El rubio, se sentó al lado suyo.

— Lo que te voy a decir es contradictorio a todo lo que he venido diciendo durante las últimas semanas.— dijo él— pero lo que hiciste no es tan grave.

La chica rió irónica.

— No lo sé, Agus, besé a otra persona, creo que eso está bastante mal.
— Él te besó, en un momento de vulnerabilidad, y tú no reaccionaste al segundo.— dijo— no te martirices por eso, no es algo terrible.

La chica, que había sentido el desprecio del rubio por semanas, sintió un peso salir de encima suyo.

— Más bien, perdón por la escena del otro día.

Lía recordó aquel momento de hace unos días, que le había confirmado en ese entonces que había arruinado todo.

— Lía, por favor, dejame explicarte.— decía Enzo mientras la seguía por los pasillos del hotel.
— No quiero hablar contigo ahora, ¿sí?

En esa dinámica, llegaron al lobby del hotel.

– Lo siento, sé que fue todo mi culpa, ¿ok?
— Yo no diría que fue toda tu culpa.

La voz del rubio a espaldas de ambos los hizo voltear de inmediato.

— Agus, por favor.

La chica se acercó a él, y si bien Agustín no se alejó, tampoco hizo amago de querer acercarse más de lo necesario.

— Estuviste acudiendo a él por semanas Lía, a él antes que a mi.— dijo Agustín — Y luego en el momento en que desconfiás de mi corres hacía él y ¿dejás que te de un beso?

Las lágrimas de la chica no tardaron en rodar por sus mejillas.

— Yo sé que estuvo pésimo, Agus.
— Estaba vulnerable, fue mi culpa, yo sabía eso y sin querer lo aproveché.— intervino Enzo.

Agustín rió con sorna.

— Vos no te metás en esto, ya hiciste suficiente.
— Estás siendo injusto con Lía, creo que si me puedo meter.

El rubio se acercó al pelo negro con claras intenciones de pelear.

— A ver.— interrumpió ella— Aquí Enzo y yo tenemos la culpa, no voy a permitir que empiecen a pegarse como si fueran machitos del siglo pasado, solo por ver quien de ustedes puede tener más la razón.

Ambos miraron a la chica.

— Lo arruiné todo, lo sé, déjenme cargar con esa culpa y ya.

El rubio se alejó unos pasos de ambos.

— Bueno, que sean felices juntos entonces, porque yo no estoy dispuesto a aguantar este tipo de dramas.
— Agus...— la chica intentó detenerlo.
— No eres la persona que pensé, Lía.

el tesoro || agustín pardellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora