22. mentiste

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Pocas veces en su vida Magnolia se había sentido tan en paz. A pesar de que lo de Agustín aún doliera por lo menos tenía ciertas cosas que la calmaban.

Juani se quedó con ella unos días más en Chile, y Enzo se tuvo que ir, pero con una promesa.

— ¿Y ahora qué?— preguntó Enzo

Se habían acostado, y ahora que solo estaban echados en la cama, fumando, surgían las dudas de lo que acababa de pasar.

— No lo sé.— dijo Lía— solo sé que no quiero seguir pensando en Agustín y sintiéndome mal.

Enzo asintió.

— Yo tampoco quiero seguir pensando.— sinceró.

Le había contado hace algún tiempo de su situación con Sofi, y Lía, ahora más que nunca, lo entendía.

— Me gustas, siempre me gustaste un poco, Enzito.
— Y tú siempre me gustaste mucho, Lía.

Fue así como decidieron intentarlo, aún sabiendo que ambos tenían a otras personas en sus mentes. La conexión era innegable.

De todas maneras la paz no era algo a lo que Lía estuviera acostumbrada, así que solía buscarse problemas para que la inquietud volviera a su vida.

— ¿Y... es verdad que Agus está viviendo con su ex?
— No lo sé, Lía
— Pero me dijiste que parece que iban a volver.
— Sí, pero genuinamente no se sabe más.

La chica y Juani estaban en el cuarto de la primera, él en su celular, como de costumbre y ella sobre pensando.

— ¿Y...?— fue interrumpida
— No podés seguir así, Magnolia.— dijo Juani, exasperado— tenés que hacer algo para olvidarte de él un rato... ¿y si te abro un twitter?

Lía puso los ojos en blanco.

— No me estás ayudando.
— Es que amiga, sinceramente, ya fui honesto con todo lo que sé.— dijo — deberías concentrarte en lo que te pasa con Enzo.

Ella sonrió un poco.

— Sí... pero no está acá él.— dijo
— Bueno, por ahora concéntrate entonces en tu relación con tu mamá.

El chico se iba a ir esa misma noche, no podía quedarse más tiempo. Por lo que Lía aprovechó ese momento a solas con su madre para hablar con ella.

Fue a su cuarto y golpeó la puerta.

— ¿Mamá?

No hubo respuesta.

Se extrañó, pues no era tan tarde como para que estuviera durmiendo.

— ¿Mamá?— repitió — Voy a entrar.

Al entrar al cuarto se encontró con la vista de la cama desecha, sin su madre en ella. Se extrañó, y volteó hacia el baño del cuarto, donde se le heló la piel al ver a su madre desmayada en el piso, con un poco de sangre en la cabeza.

— ¡Mamá!

Corrió hacia donde estaba ella y se sentó con ella en el suelo. Revisó que aún respirara y tuviera pulso, lo que por suerte era así.

— ¡Ayuda!

El camino al hospital era un recuerdo borroso, solo podía pensar en lo indefensa y vulnerable que se veía sí madre, algo que jamás había visto al ser siempre una mujer fría e implacable.

Se veía aún más vulnerable cuando los médicos la tomaron y la pusieron en una camilla.

Se la llevaron a una habitación y la hicieron esperar fuera mientras ella pensaba en qué era lo que podría haber pasado.

el tesoro || agustín pardellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora