Me quemaba la cara, de seguro me veía como un tomate «pero uno tierno» de la vergüenza que tenía. Tom se puso de pie y se acercó hasta mí, su perfume inundó mis fosas nasales. Olía a todo un macho de verdad.
— ¿No dices nada? — tenía una sonrisa ladina. Mis ojos miraban todo su rostro, deleitandose ante su perfección. — Mhmm... hace rato gritabas como loco, ¿y ahora?
— Lo del sueño humedo fue una mentira, Tom. Sólo para d-desquitar mi enojo... — entrecerró los ojos tratando de encontrar algún rastro que pudiera delatarme.
— No me mientas. — susurró muy cerca de mi oído. Como si fuera automático, mi pene se volvió a despertar, por poco y se sale de la toalla.
No me preocupé en ocultarlo porque ya lo había visto, a si que, le di la espalda para secarme y vestirme de una vez.
— Te traje el desayuno aquí, estamos solos, porque... salieron a la playa y en cuanto termines de comer iremos también.
— Gracias.
— Bueno.
Me puse un bañador negro junto con una franelilla del mismo color, sequé mis chanclas de baño y me puse ya que al momento de caminar por la arena se sienten muy cómodas.
Tom me pasó el desayuno y comí bajo su mirada, podría decir hasta que se me olvidó como se tragaba.
Me ponía nervioso.
— Ya no tengo hambre.
— Ay, Bill. Deberías comer otro poco, solo le has dado una mordida a tu tostada.
— Es que no es integral. — mentí.
— Entonces come fruta, ¿sí? — asentí mirando mi plato. — Voy a ponerme cómodo porque si salgo con esto voy a parecer un Tom asado. — ambos nos reimos por lo bajo.
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Tenía a Tom poniendome bloqueador solar en la espalda. Gracias a ello descubrí que mi hermano tenía dotes de masajista profesional.
— Listo. — me senté correctamente y me miré al espejo, por lo pálido que era casi ni se notaba que traía puesto protección.
— Tienes unas manos mágicas, Tom.
— Siempre que Chantelle llegaba cansada le hacía masajes y gracias a ello aprendí.
«Wow, Tom. Que gran dato tan curioso me has dado.»
— Ah, pero que preguntón estoy.
— Sólo te estaba contando, Billy. — rodee los ojos y me acosté en mi silla, ¿por qué tenía que mencionar a la estúpida de su ex novia?
Agh.
— ¿Planes para la noche? — preguntó Laila mientras traía cuatro piñas para los que estabamos ahí.
— Iremos a una discoteca de por aquí cerca, beberemos hasta el amanecer y volveremos a nuestro país con una resaca que da miedo.
— Ana, eres una genio. — sonreí. — Ya es hora de que me pegue una borrachera de esas que casi no puedo ni levantarme.
— Agradecida porque al fin tienes a alguien que te cuide.
— ¿Tú tomas, Tom? — él se quedó en silencio, miré su rostro y estaba algo sonrosado.
— Sí.
— Genial. — todos nos callamos, no hablamos ni decíamos nada hasta que llegó Lucas con su maldita insolencia a acostarse entre Tom y yo. Tom soltó un supiro de molestia mientras se alejaba un poco de mi ex.