Ya dentro del local nos sentamos en una mesa junto a la vitrina, pedimos dos mocaccinos «a petición de Bill» y un par de tostadas de jamón y queso para mí.
— Simone sigue pensando que soy raro, ¿no? — me encogí de hombros sin poder darle una respuesta sobre ello. — Déjame decirte que tienes una madre fríamente calculadora.
— No le hago mucho caso, ya conozco los dramas que hace.
— Aún así. — le dimos un sorbo al mismo tiempo a la bebida y nos miramos con una sonrisa ladina. — Estaba buscandote una vida con la rubia sólo para dejar de trabajar, sigo sin creerlo.
— Chantelle ya no me interesa, siento que no voy a poder volver a verla con los mismos ojos después de que me dijera que vaya a matar o robar para darle sus uñas.
— Dios. — habló con desagrado, yo observé cada una de sus expresiones a detalle. — Lo bueno es que conmigo no vas a tener esos problemas porque yo si tengo mi dinero, es más, no me voy a molestar si me pides que te mantenga.
Reí con nerviosísmo tratando de encontrar en su rostro cualquier rastro de broma pero no, él estaba hablando muy en serio.
— Tengo dinero hasta para regalar, Tom. — aproveché la oportunidad de preguntarle sobre su trabajo ahora que estabamos siendo sinceros.
— ¿De qué trabajas? — él suspiró y luego comió un poco de mi tostada. Esperé paciente a que trague para que me responda.
— Hago la voz de una caricatura de nombre "Arthur" y me pagan bien por ello.
— Me suena. — entrecerré los ojos haciendo memoria de si he visto o no he visto.
— Obtuve su papel gracias al padre de Laila que fue el director de la película y bueno, ella me incitó a eso. No te voy a negar que si me daban muchos nervios pero lo logré.
— Iré a ver la película sólo por tí, ¿va?
— No seas tonto. — rodeó los ojos de forma odiosa. Le di mi último bocado a la bebida para salir en dirección a mi nuevo hogar.
— Lo haré en mi tiempo libre.
— Ajá. — sonreí con inocencia. — Tom, ¿puedo tomar tu mano? Tengo frío.
— No lo preguntes y hazlo. — entrelazamos nuestras manos aun caminando.
— Entonces cuando lleguemos a tu casa voy a meterte el dedo en el culo y espero que no te andes quejando.
— ¡No! — me apresuré a decir un poco alterado. — ¡Aún quiero ser virgen!
— Es que no está mal que me dejes tocar, digo, porque ya estamos en confianza y bueno, ¡es normal!
— Eso si que no te voy a dejar hacer.
Respiré con serenidad en el momento en que dejó de insistir sobre el tema.
Unos cuantos pasos más y llegamos hasta la puerta de mi casa.Ahora que lo veo desde afuera era un espacio muy amplio para una sola persona pero fue lo más barato que encontré. Lo único que era mío de todo esto era solo la ropa porque de ahí me la entregaron amoblada.
Dejé que Bill pasara hacia la sala y se pusiera cómodo, cerré la puerta con seguro porque no quería que nadie me moleste como el día en mi antigua casa.
— ¿No es muy grande para ti solito?
— ¿Por qué? — desprendí de mi cuerpo la sudadera gigante junto con mi camisa y la tiré al sofá. — ¿Quieres venir a hacerme compañía?
— Si me lo pides...
Ahora era él quien se quitaba la sudadera y caminaba hacia mi de una forma emocionante, desabrochó su jean y bajó la bragueta.