2. GIA

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Le vi llegar a lo lejos, la misma moto en la que ya había montado en Altea, aquello me aliviaba bastante, porque lo de ir en moto no era mi hobby precisamente ya lo sabéis...

-- Buenos días preciosa. – me dio los buenos días a la vez que me daba el casco para que me lo pusiera.

-- ¿Qué guapo de buena mañana, no?. – le dije aquello porque me salió solo, y no decía ninguna mentira. Lucas era el típico chico que siempre iba perfecto, podías olerlo a kilómetros.

-- Guapísimo con el uniforme este tan feo... -- se rió irónico.—Nos vamos. – me dijo aquello mirándome, y advirtiéndome que iba a ponerse en marcha.

Lucas aparcó en el parking del instituto, se me hacía muy extraño llegar con él. Sólo esperaba que Cleo y Aina no me vieran, porque sino tendría que dar demasiadas explicaciones, y a esas horas era lo último que me apetecía.

-- Ha llegado a su destino. -- Lucas se bajó de la moto después de mí, y me dijo aquello imitando la voz de la mujer del metro. A continuación, abrió el sillón para mostrarme algo. – Te he traído el desayuno. – sonriente sacó del cajón una bolsa de panadería con palmeritas de chocolate. Tenían una pinta espectacular.

-- ¿Me has traído palmeritas?. – dije sorprendida. – No tenías por qué Lucas... además, tendrías que estar enfadado conmigo... -- afirmé un poco avergonzada.

-- ¿Enfadado?, es imposible enfadarse contigo Gia. – me dijo aquello retirándome el pelo detras de mi oreja. -- ¿Nunca te han dicho lo guapa que estás por las mañanas?.

-- Te tendría que hacer yo a ti la pelota, no tu a mí. – bromeé.

-- Bueno, si quieres hacerme la pelota un poquito te dejo.

-- Tienen muy buena pinta, ¿las compartimos?. – le dije sonriendo, levantando la bolsa de palmeritas que me había traído.

-- Me parece buena idea. – afirmó, mientras sonaba de fondo la sirena que daba comienzo las clases.

-- Mierda, ¡qué llegamos tarde Lucas!. – le dije agarrándolo del jersey y echando a correr.

-- ¡Que no pasa nada, siempre llego a esta hora!. – Lucas me seguía, corriendo, y riéndo sin parar. Iba cargado con los cascos que no le había dejado guardar, su mochila, el abrigo... era un show digno de ver.

Corrimos unos metros hasta que paramos casi en la puerta de entrada, donde justamente, e inesperadamente, estaban Cleo y Aina observándonos con cara de no entender absolutamente nada.

Lucas fue el que me hizo frenar la carrera, estaba ahogándose de risa y flato a la vez.

-- Pero chica, que me vas a matar de buena mañana. – dijo Lucas medio agachado, tocándose la barriga del flato que tenía.

-- Jamás he llegado tarde. – dije preocupada.

-- No llegas tarde Gia, hay cinco minutos para poder entrar después de que toque la sirena. – afirmaba mientras respiraba como podía... -- Además, si llegas tarde al menos entras con tus amigas. – señaló a Cleo y Aina, que estaban a tan solo cuatro metros de nosotros, mirándonos y cuchicheando.

-- Vaya... -- no sabía qué decir. – Nos vemos Lucas. Gracias por traerme. – me despedí y fui directa hacia las dos locas que me iban a hacer un interrogatorio digno del FBI, lo sabía.

-- Sí, ¡tu no sueltes las palmeritas!. – bromeó.

-- ¡Acuérdate que son para compartir!. – le dije girándome de nuevo hacia él, para después ir directa hacia mis amigas.

Me acerqué hacia ellas como si no hubiera pasado nada, a ver si así ignoraban lo que acababan de ver, pero como buenas amigas que son, eso no iba a ocurrir. Las buenas amigas son preguntonas y quieren saberlo todo, Cleo y Aina no iban a ser menos.

Agárrame fuerte (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora