20. GIA

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¿Lo bonito que era Benidorm?, ni lo recordaba. La última vez que estuve allí tenía trece o catorce años. Vinimos un día a comer aquí. La ciudad cuenta con hoteles de gran prestigio, y mi padre quedó un día para comer con el dueño de uno de ellos. No me preguntéis más, sólo se que comí de lujo y acabé empachada de tanto chocolate.

No me ubicaba en absoluto por allí, así que Oliver era el que se encargaba de encontrar el destino deseado. Finalmente, llegamos.

-- ¿Quieres que vayamos a desayunar algo antes de entrar?. – le propuse. Me parecía mejor plan que entrar directamente a interrogar a una mujer que no habíamos visto en la vida.

-- Me parece buena idea. – respondió. Oliver parecía intranquilo, un poco nervioso.

Benidorm estaba lleno de vida, era Benidorm amigas. La ciudad de la fiesta y los turistas. Llena de bares y pubs. Entramos a la cafetería que encontramos más cercana.

-- ¿Recordabas Benidorm?. – preguntó Oliver, nada más sentarnos en una mesa preparada para dos.

-- Lo único que recuerdo de aquí es que me puse morada a paella.

-- Vaya, un bonito recuerdo.

-- Estaba buena. – reí.

Pedimos un pequeño desayuno. Una tostada que compartimos mitad y mitad, y dos batidos de chocolate. ¿Rico, eh?...

-- ¿Estás seguro de querer hacerlo?... – le pregunté. Sentía a Oliver más raro de lo habitual.

-- Seguro sólo tengo una cosa en la vida.

-- ¿El qué?.

-- A ti. – me sonrojé. No me esperaba la respuesta. – Y no lo sé, la verdad que no estoy seguro de nada. Pero quiero llegar al final de todo esto. Quiero y necesito saber si Derek es mi hermano.

-- ¿Y si...?... sé que no quieres pensar en eso... pero, y si... ¿al final es tu hermano?.

-- Prefiero pensar que vamos a llegar a descubrir que no lo es. Sí, voy a pensar eso hasta el final. – dijo, dándole un mordisco a su media tostada. Yo no dije nada más, no quería molestarle con más preguntas, era algo que tenía que procesar él solo.

Desayunamos tranquilamente. Olvidamos el tema, y lo pasamos bien riéndonos de varios ingleses que entraron a desayunar, con probablemente la peor resaca de su vida.

Tras varios intentos de negarme, Oliver me invitó a desayunar. Era muy cabezón cuando se lo proponía.

-- Y espero que hayan muchos más. – es lo único que añadió cuando se salió con la suya y terminó pagando él.

La casa no era gran cosa. Era un edificio pequeño y humilde. Lo observábamos ahí, parados, sin saber qué iba a ser exactamente lo que le íbamos a decir, a esa persona desconocida a la que atropellaron a su hijo hace ya muchos años.

-- Vamos. – me dijo, después de agarrarme la mano con fuerza. Le sonreí, quería transmitirle la seguridad que necesitaba.

Tocó al timbre, dudó en hacerlo pero finalmente lo hizo.

-- ¡Un momento!. ¡Enseguida voy!. – se escuchó una voz respondiendo a nuestra llamada. Pero era una voz joven. Nos miramos, no sabíamos de quién podía tratarse. Quizá nos habíamos confundido de casa. O quizá Marcos tenía una dirección antigua y la mujer ya no vivía allí. Empezamos a plantearnos todas las posibilidades, hasta que finalmente la puerta se abrió. Nos miramos confusos. -- ¿En qué puedo ayudaros?...

Una mujer, al parecer latina, de casi cuarenta años aproximadamente, nos abrió la puerta mientras se secaba las manos en un delantal que llevaba atado a su cintura.

Agárrame fuerte (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora