25. OLIVER

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-- Entonces, ¿te ha gustado el concierto que he preparado para ti?. – le pregunté, justo cuando se bajó de la moto.

-- Creo que Álvaro de Luna estaría orgulloso.

Estábamos frente a su puerta. Gia y yo llegamos los primeros. Aina y Gino tardaron apenas unos segundos más en aparecer. Y Derek y Cleo, bueno, seguro que se quedaron un poco más lejos para enrollarse sin corte ninguno, porque por ahí no aparecieron hasta que yo salía. Me crucé con ellos, y Cleo me dijo adiós con la mano, alegremente. A diferencia de Derek, que nos miramos ambos con nuestras caras habituales de 'no quiero verte ni en pintura'.

Aceleré y empecé a conducir hacia mi casa. Estaba agotado.

Hice una curva y escuché la bocina, alguien me pitaba, llamando mi atención. Giré la cabeza, quién cojones era, y qué coño quería a esas horas.

-- ¡Espérame, tío!.

Puse los ojos en blanco. En efecto, era Gino, quería que le esperara.

Aparcamos a la vez, y en el mismo sitio. Junto al arco del casco, como siempre. Pusimos las pinzas de seguridad en las motos y comenzamos a subir por la cuesta, hacia nuestras casas.

El casco a esas horas, y con esa oscuridad, daba un poco de miedo. Nosotros estábamos acostumbrados, y sobre todo, andábamos como Pedro por nuestra casa, a pesar del pitido que se escuchaba de silencio absoluto.

-- Después de lo que le has hecho hoy a Gia... me has puesto el listón muy alto con Aina, cabrón. – Gino bromeó.

-- No es para tanto...

-- Si me cuentan que tú has hecho eso, no me lo creería nunca.

-- El amor tío...

-- Ya veo ya...

-- Además, no sé que hablas, si tú pareces otro.

-- ¿Yo?, qué dices.

-- Gino, se te cae la baba cada vez que estás con ella.

-- Puede ser. – dijo, pensando lo que acababa de decirle. – Creo que estoy enamorado.

-- ¿Crees?. – reí.

-- ¿Y qué hago?.

-- Pues disfrutar, qué vas a hacer.

-- Quiero que sea mi novia.

-- Uh... Eso son palabras mayores.

-- La quiero, me quiere, ¿qué problema hay?.

-- Que no vivís en la misma ciudad, por ejemplo.

-- Eso no es un problema.

-- Claro que lo es, es el problema más grande.

-- Príncipe, el amor es arriesgar.

Por unos segundos me quedé reflexionando con lo que me acaba de decir mi mejor amigo. ¿El amor era arriesgar?. ¿Eso quería decir que tenía que arriesgarlo todo por ella?. Quizá estábamos haciendo mal las cosas... Joder, no lo sé.

Iba a responderle, quería seguir escuchando sus argumentos, pero no pude hacerlo. Sin darnos cuenta, y con la oscuridad de la noche, vimos que a lo lejos había un grupo sentado en las escaleras de la Iglesia. Escaleras que impedían el paso hacia la casa de Gino, y escaleras que se encontraban antes de girar hacia la mía. Teníamos que pasar por ahí sí o sí.

-- No deberíais ir tan solitos de noche, hay gente muuuy mala.

Seguíamos subiendo por la cuesta, ignorando las palabras de semejantes piezas. Serían seis aproximadamente, sentados en aquellas escaleras, fumando porros y bebiendo alcohol. Obviamente, no iban a estar haciendo nada bueno, a esas horas y con esa oscuridad.

Agárrame fuerte (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora