26. GIA

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Todo lo que nos había dicho ese detective era realmente preocupante, parecía todo un caso de los que salen en televisión. Sinceramente, me acojoné bastante, todo eso de las amenazas y agresiones... hizo que me replanteara seriamente si quería seguir con todo eso. El problema era que ahora Oliver no iba a parar, ahora sí quería averiguar quién estaba detrás de todo eso, y si Derek era su hermano o no.

-- ¿Quieres?. – le ofrecí a Oliver de mi croissant, ya que estábamos en esa cafetería, merendábamos.

-- Cómetelo tú, que tienes que crecer. – le dediqué una de mis peores caras.

-- ¿Sabes qué podemos hacer?, que me hace mucha ilusión. – le propuse nada más salir de la cafetería.

-- Podemos hacer muchas cosas, pero no es el lugar. – bromeó Oliver mirando a su alrededor.

-- ¡Idiota!. – le tiré un trocito de mi croissant. – Quiero que nos compremos una pulsera. -- Oliver frunció el ceño. – No me mires así. Quiero que llevemos algo los dos.

-- Vale, pero la elijo yo.

-- Bueno, a ver qué eliges...

Entramos en varias tiendas, y Oliver no paraba de bromear y hacer el tonto con todo lo que veía. Era imposible no pasárselo bien a su lado. Me enseñaba collares realmente feos, enormes, de señora mayor, y me decía que me quedaban perfectos, que me los comprara. Yo le empujaba suavemente, mientras le enseñaba gafas feísimas, de color naranja, probándoselas para hacerle rabiar. Se peinaba en cada espejo que veía, y yo me reía en todos, imitándolo. Él me cogía de la cintura, por detrás y me comía a besos, hasta hacerme cosquillas.

-- Estas pulseras vamos a comprar. – dijo él, mirando varias pulseras, escogiendo. Bajo mi sorpresa, he de decir que eran perfectas. – Te gustan, eh...

-- Reconozco que has elegido bien.

-- Te elegí a ti hoyuelitos... Si eso no es elegir bien... -- me puse colorada, sabía cómo conseguirlo siempre. – Para ti esta.

Las tiendas estaban repletas de pulseras y complementos, y habíamos visto absolutamente todos, hasta que Oliver se decidió por unas pulseras, que sin duda eran preciosas. Eran muy simples, hechas de hilo y con pequeñas caracolas.

-- ¿Por qué negras?... – pregunté.

-- Pegan con todo. Te aseguro que si hubiera de purpurina, las cogería.

-- ¿De purpurina?. – me eché a reir. ¿Oliver con una pulsera de purpurina?.

-- Claro hoyuelitos, como la diadema que llevabas el primer día que te vi.

Me dejó sin palabras. Ni siquiera pude contestarle. Él me sonrió, después de darme un beso en la mejilla, y fue hacia el mostrador para pagar las pulseras.

Justo allí había un cartel, que no sé por qué extraña razón, ambos leímos a la vez y nos miramos.

-- Sé lo que estás pensando, y no. – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

-- ¿Por qué no?.

-- Es una locura Gia.

-- Es bonito.

-- Lo es, pero no.

-- Por fa. -- le hice pucheros. Era una locura, sí, pero el amor se trataba de eso, ¿no?.

-- No me mires con esos ojos, por favor.

-- Por fa. – volví a mirarle, usando todas mis armas para convencerle.

-- Te puedes arrepentir.

-- Imposible.

-- Eso no lo sabes.

Agárrame fuerte (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora