21. OLIVER

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La idea de que aquello se convirtiera en una cita me flipó. Iba a ser la mejor que había tenido en su vida.

-- Conozco una hamburguesería aquí espectacular. – andábamos por un paseo repleto de turistas y me giré, comenzando a andar al revés, mirándola.

-- ¿Quieres cebarme, no?. – bromeó.

-- Tú estás guapa de todas las formas. – le di un pequeño beso en la sien, y le agarré la mano para girar a la derecha.

Comimos en una hamburguesería al 100% estilo americano. Sabía de su existencia por Marcos, adoraba ese sitio. Se podía decir que el hombre venía casi todas las semanas, y era parada obligatoria.

Yo me pedí una hamburguesa enorme, de esas que llevan bacon, huevo y todo lo que engorda al máximo. Gia, en cambio, se pidió la más pequeñita de todas, la que solo llevaba carne y queso. He de decir que allí hasta la hamburguesa más pequeña, era gigante.

La comida estuvo entretenida. Gia no paró de reírse de mí, el maldito huevo se me caía por todos los lados de la hamburguesa. Ella estaba preciosa hasta comiendo.

-- ¿Un paseito, no?... porque voy a explotar... -- le dije nada más salir de aquella hamburguesería repleta de extranjeros.

-- ¡Cómo no vas a explotar!. Te has comido hasta lo que yo me he dejado.. – Gia no daba crédito de que pudiera comer tanto.

-- No lo vamos a dejar ahí. La comida no se tira. – se rió. -- ¿Te apetece yogur helado?.

-- ¡Si, claro!. ¿Aún tienes hambre?. – Gia reía sorprendida.

-- Para un postrecito siempre hay hueco.

El llaollao con chocolate era mi favorito. Gia se pidió uno con fresas, polos opuestos. Caminamos por el paseo de Benidorm, disfrutando de nuestros yogures. Hacía un día soleado, precioso. Eso sí, el calor era horroroso.

-- ¿Te apetece un baño?. – le propuse un plan, después de tirar la tarrina vacía de mi yogur a la papelera. El plan era un poco loco, teniendo en cuenta que íbamos con lo puesto.

-- ¿Estás loco?. No tengo bañador, ni llevamos toallas.

-- Compramos. Que en Benidorm no hay tiendas para poder comprar... -- ironía modo on.

-- ¡Estás loco!.

-- ¡Loco por ti!. – le dije. Entrando en la primera tienda que vi con cubos de la playa, chanclas, toallas, etc...

Comencé a mirar en la zona de los bañadores y bikinis, buscando uno para ella.

-- Este es bonito, seguro que te queda genial. – le dije, enseñándole un bikini amarillo con flores que había encontrado.

-- Es feísimo Oliver, parece de mi bisabuela.

-- Ala, qué exagerada, a mi me gusta.

-- Oye, ¿y por qué eliges mi bikini?.

-- ¿Y por qué no?, seguro que se convierte en el más bonito de tu colección.

-- Lo dudo mucho... -- rió. – Vale, pues si tú eliges el mío, yo elijo el tuyo.

-- Me parece bien.

Ambos nos pusimos a buscar, ella un bañador para mi y yo un bikini para ella. Rebusqué, una y otra vez. Me imaginaba cada uno en su cuerpo. Así, que finalmente después de dudar durante varios minutos entre dos modelos, me decanté por uno negro, sencillo, pero con detalles muy bonitos.

-- Ya tengo el tuyo. – le dije. Escondiéndolo detrás de mí.

-- Yo también.

-- A ver.

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