John Mcdick empujó a su hija, Claire, el columpio se balanceó formando un semicírculo.
Los niños jugaban en el parque y aunque no estaba de servicio no pudo evitar preguntarse dónde estaban sus padres, era una ciudad tranquila pero esos niños podrían perderse. No quería ni pensar en la otra posibilidad, él era policía pero nunca había visto una desaparición de niño que no terminara en que se extraviaron volviendo del colegio.
-Más fuerte, papi.-Gritó Claire en júbilo.
Salió de su estupor y empujó más fuerte a su hija.
El móvil sonó.
Cuando alcanzó la suficiente velocidad atendió el teléfono.
-¿Diga?
–Yamamoto al habla, Necesitamos su presencia en el piso tres de la calle de los peines.
-Ya voy
-Date prisa, vas a querer ver esto.
Colgó.
-Lo siento pequeña, tengo que irme.-Dijo mientras frenaba el columpio.
-Pero, papi, me lo estaba pasando bien.
-Es importante.
La bajó y la cargó al hombro.
Caminó hacía el aparcamiento, abrió el coche y colocó a su pequeña en el asiento trasero. Le abrochó el cinturón, se colocó el suyo y arrancó.
La dejó en el instituto de Ann, su hija mayor y encendió el motor.
Condujo hacía las afueras de la ciudad.
Aparcó en la calle. Esta estaba hasta arriba de coches patrulla y acordonada con cinta policial.
La atravesó.
Un policía le detuvo.
Le enseñó la identificación.
-Pase teniente.
Le sujetó la cinta policial mientras pasaba agachado.
Entró al edificio, el único en pie en esa calle y subió al piso tres.
Tenía gracia que esa calle fuera la del crimen, por la voz alterada de Yamamoto era obvio que se trataba de algo gordo, quizás asesinato. Y esa era la gracia no habían habido asesinatos en esa ciudad desde hacía diez años y no creía que fuera casualidad que el primero de la posible nueva hora de crímenes que siempre aparecía puntual en cada comienzo de década fuera en la Calle De Los Peines; En este nuevo país, altamente influenciado por Japón, se decía bastante que un peine era el peor regalo que le podías dar a alguien, como la vida a un ser humano. "O como el hecho de ser mujer a una mujer"- Dijo una vez Yamamoto. Su hija se suicidó hace nueve años por culpa de un desgraciado que la acosó, violó y además publicó todo en internet.
Digamos que ese día hizo horas extra, que acabaron con un cadáver en el calabozo.
Llegó a la escena. La puerta estaba abierta, no hacía falta acordonar pues sólo vivía un vagabundo en la planta inferior al apartamento de la víctima.
Satoshi lo vio.
Le saludó a la vez que se tapaba la nariz por el hedor del cadáver.
-¿Qué tenemos aquí?
-Un guarro a primera vista, mira esa camiseta con manchas de cerveza y toda la basura acumulada. Por otra parte si quieres el nombre se llamaba Samuels Williams, divorciado, cincuenta y tres años, con antecedentes de violencia sexual, Bla bla bla...
-¿Una antigua víctima quizás? ¿Deberíamos pedir informes de los casos?
-Fuera quien fuera se hizo justicia. Deberíamos dejarlo.-Concluyó Satoshi Yamamoto y se encendió un cigarrillo.
No protestó, la verdad es que era difícil llevarle la contraria a Yamamoto.
-¿Sabemos al menos cómo murió?
-No lo sabremos hasta que venga el forense, pero yo diría que se ha ahogado.
-Joder. ¿Y ese cristal?-Señaló.
-Alguien debe haber saltado.
Inspeccionaré la zona. No es raro ver suicidios en esta calle
-Deberíamos ir...-El suelo se prendió en llamas.
Yamamoto salió corriendo junto a John.
Una vez fuera del edificio marcó el número de los bomberos y llegaron a los veinte minutos.
-¿Cuántas veces te digo que no fumes en la escena del crimen?-Le regañó John.
-Ha debido saltar una chispa, yo.. Lo siento.- Se disculpó.
Abrió el coche patrulla de Satoshi.
-Vamos, tenemos mucho papeleo por delante.
-Vamos. -Dijo colocándose como copiloto.
John arrancó el coche.
Pasaron unos instantes antes de que Yamamoto le mirara con mala cara y le preguntará enfadado
-Lo que quieras decir. ¿Lo vas a decir ya?
-Dime, ¿estás bien?
-¿Por qué no iba a estarlo?- Se hizo el loco.
-Ya sabes, lo de Claudia.
-¿Quieres saber si el cabrón ese me ha recordado al hijoputa que le robó la vida a mi hija? No, qué va.-Dijo sarcástico.- Lo importante es que no puede hacer daño a nadie más.
Se hizo un silencio incómodo y al rato volvieron a hablar.
Tras unos minutos más de charla llegaron a la comisaría.
John entró a su despacho acompañado de Yamamoto.
Satoshi se dejó caer en la silla y esta se giró.
Mcdick empezó a dar vueltas en la habitación.
-¿Qué deberíamos poner en el informe?-Preguntó este.
Yamamoto se encogió de hombros enojado.
-Ni que yo fuera el CEO de los caza violadores. Haz lo que quieras.
-Pondré que fue un suicidio con cianuro, también te deja sin óxigeno, y que se suicidó por arrepentimientos. Diremos que escribió una nota y todo. Total, todas las pistas se perdieron en el incendio.
-¿Así que un suicido? Que original.-Aplaudió sarcásticamente.-¿No es eso lo que hacen los de arriba cuando alguien sabe demasiado?-Bromeó.
-No lo sé, aún no he llegado tan alto.-Le siguió la broma.
Redactaron el informe sin dar demasiado detalle y se dirigieron cada uno a su respectivo coche para marcharse a casa tras un largo día.
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Dispara
Mystery / ThrillerUna misteriosa ola de asesinatos levanta las sospechas de dos policías. Pero ¿Qu'r pasaría si persiguieran, tanto los policías como el culpable, el mismo objetivo?: limpiar la ciudad de delincuentes sexuales.