8

15 17 1
                                    


John llegó a casa a altas horas de la noche, cansado, pero extrañamente sin sueño.

Estaba demasiado preocupado por la amenaza que suponía la organización del difunto Pablo.

Miró si Ann había vuelto a casa sana y salva.

Así era.

Se preguntó cómo podría ocultarle el peligro a su familia; pensó lo que podría ocurrirle a sus hijas si no cumplía su papel: se las imaginó atadas a una silla suplicando por sus vidas y al muy cabrón del hombre gorila apuntándoles a la sien con una pistola.

Se sentía sucio por ocultárselo a su familia, nunca había habido secreto entre él y sus hijas. Al menos desde que Katherine murió.

Se metió a la ducha y mientras el agua caía sobre su cabeza gacha se frotó duramente para quitarse la suciedad que sentía; no lo consiguió.

Luego fue a la cama e intentó dormir.

Tampoco lo logró.

A la mañana siguiente, con ojeras y el martilleo dentro de su cráneo, bajó a la cocina y preparó el desayuno.

Empezó por poner en la sartén la masa de crepe.

En ese momento apareció su hija mayor acompañada de la pequeña.

Ni siquiera las miró. Se sentía culpable.

Culpable de mentirles y culpable de ponerlas en peligro.

-Papá.-Advirtió Claire.

No lo oyó, estaba en su propio mundo.

-Papá.-Gritó alarmada Ann.-Se está quemando el desayuno.

Salió de su embeleso y apagó rápidamente el fuego que se alzaba de la sartén.

-Yo... Lo siento, esta me la comeré yo.

Preparó otras, las sirvió y se sentó en la mesa.

-¿Qué tal el trabajo?

Notaba sus miradas sobre él.

-Bien.-Contestó nervioso.-¿Qué hicisteis ayer?-Intentó cambiar de tema.

-Nada, me compré un vestido.

-Espero que no sea muy escandaloso.

Claire iba a hablar, pero Ann la miró recordándole el trato: si ella guardaba silencio sobre todo aquel día Ann le daría veinte dólares.

Terminaron de desayunar y Ann se marchó al instituto.

Llamó a Yamamoto.

-Hola.

-Hola, ¿tu mujer está libre?

-¿Quieres hacer un trío?-Bromeó.

-No. Llamó por si puede cuidar a Claire mientras trabajamos.

-Claro, le vendrá bien cuidar a una niña después del suicidio de Aiko. Y respecto a lo del trío: no te iría mal...

Puso los ojos en blanco.

-Ya, ya llevo dos años viudo. Me da igual.

-Yo solo digo que no me importaría que te tiraras a mi mujer, siempre y cuando me des lo mío también.

-Eres un guarro.

-Ya lo sé. Adiós.

Colgó.

Se cargó a Claire al hombro y la metió al coche.

DisparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora