11

13 17 0
                                    


Ann bajó del coche de su padre y este arrancó.

Luego dejó a Claire en la guardería. La había apuntado a una pues no se fiaba de que pasara tiempo con Satoshi después de su suspensión.

Hoy, según él, iba a ser un día cotidiano en el trabajo, patrullar con su nuevo compañero y atender denuncias de ancianas que han perdido a sus mascotas o sus maridos se han pasado con el alcohol y las ha golpeado o puede que incluso que tenga que hacer el trabajo sucio, ese del que siempre se escaqueaba, desahuciar a pobres críos por que un propietario cabrón ha decidido especular con la vivienda.

"Gajes del oficio"

Entró en la comisaría.

Sally le saludó.

-Buenos días, ¿Quieres ir esta tarde a tomar un café?-Preguntó coquetamente.

-La cafeína me sienta mal.-Confesó John sin captar la indirecta.

-Oh.-Dijo decepcionada.

John entró a su despacho.

Tenía un mensaje de voz en el contestador del teléfono de su oficina.

Lo reprodujo y empezó a dar vueltas alrededor de su escritorio mientras leía el informe de robos en el último mes.

Tan pronto como empezó Haruka a hablar soltó los papeles y atendió al mensaje.

-No preguntes cómo lo sé, pero hoy en el sótano del teatro Shakespeare de los horrores ( ya sé qué nombre más horrible) habrá una subasta de personas: ellos las llaman ciervos y la contraseña para entrar es "Temporada de caza". Es dentro de dos horas, yo estaré ahí, tranquilízate todo saldrá bien. Tengo el equipo listo para vosotros en un callejón tras el restaurante chino.-Ante siquiera que John formulara la pregunta en su mente se respondió.-No subestimes el poder del dinero. Gracias por todo.

-Mierda.-Gruñó John.

No quedaba tiempo para montar el operativo y era demasiado peligroso ir con un grupo uniformado no quería que se cargaran a los rehenes. Pero si iba solo...

"No, es una locura."-Pensó.-"Pero es una oportunidad de oro."

Si conseguía desarticular la mafia o por lo menos cargarse a los jefazos lo más probable es que tarden en recuperarse y no irían en un tiempo a por su familia. Eso si lo conseguía.

-Manuel.- Llamó a su nuevo compañero.

-¿Qué?

-Coge tu arma, nos vamos.

-Entendido.

Una vez tuvieron a un par de calles del teatro, donde solamente se representaba Shakespeare y adaptaciones teatrales de las obras de Lovecraft, aparcaron el coche policial a una distancia que no levantara sospechas y se dirigieron a la parte trasera del restaurante.

-¿A quién vamos a detener?¿A los rollitos de primavera podridos que hay en este callejón?-Dijo Manuel.

-Mira novato, hoy vamos a infiltrarnos en una mafia, tu trabajo es no hablar ni levantar sospechas y cubrirme si la cosa se pone chunga. ¿Dime estás casado?

-Sí, con el hombre de mis sueños y hemos adoptado a unos gemelos la mar de monos.

-Pues hoy se podrán sentir orgullosos, si lo haces bien me aseguraré de que tengas un merecido y jugoso ascenso.

-¿Un ascenso?

Asintió.

A través de las rendijas de los conductos de ventilación se vislumbraba una maleta de cuero marrón.

DisparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora